ES lo que toca al día siguiente de unas elecciones: fichar y ponerse manos a la obra. No importa que, formalmente hablando, nos les obligue a ello el Real Decreto-ley 8/2019, aprobado en plena campaña electoral, en el que, en su capítulo III, se imponía esa obligación a las empresas, y, consecuentemente, a los trabajadores.

Los electos, tanto del pasado 28 de abril como de este último domingo, todos ellos, están, ahora mismo, más obligados que nadie a ello. Moral y políticamente. Las campañas electorales tienen sus dosis, variables según circunstancias, de recreo y parranda. Pues bien: se acabó el recreo. Y los efectos de la parranda, los eufóricos como los de resaca, que se los resuelva cada cual en su casa y con los suyos.

Llevamos los ciudadanos, hombres y mujeres, sometidos a una tensión, larga, excesivamente larga, ni más ni menos que de cuatro años, de campaña en campaña, y de elección en elección. Estamos, ahora mismo, sobrados.

El trabajo, al que tienen que dedicarse, con urgencia, los electos es el de configurar los ayuntamientos, las diputaciones forales, el Gobierno español, y conformar el Parlamento europeo.

Hay trabajo para todos. Menos, ahora mismo, para los votantes. Esta es una democracia representativa y toca ahora a los electos poner en marcha el entramado institucional. Como mejor entiendan. No es un trabajo que les tengamos que dejar resuelto con nuestros votos. Y, salvo excepciones, no se lo hemos dejado. Ni siquiera en Euskadi donde, gracias a un cierto microclima, de agradecer, que se ha asentado entre nosotros, los electos tienen más fácil ese trabajo.

Pero es su responsabilidad. Y disponen de las herramientas necesarias para ello: las normas de la democracia representativa. Pueden sumar, restar y hacer todo tipo de operaciones matemáticas. Les aconsejo que no se dejen llevar, en exceso, por la comodidad. Pueden, también, arriesgar. Es saludable, en ocasiones. Por cierto: les asiste, también a ellos, el derecho a equivocarse. Ya nos veremos dentro, esperemos, de cuatro años.

A fichar, pues. Empezando por Pedro Sánchez, que acumula retraso. Con los votos adjudicados a cada uno. Enfriando victorias y derrotas. Poniendo por delante los problemas, no pocos ni pequeños, que tenemos los ciudadanos. Queremos instituciones que ayuden a enfrentarlos. Para eso hemos depositado nuestros votos.

Y, por cierto, a fichar también los miembros, electos allá por 2016, del Parlamento Vasco. No es tiempo, tampoco para ellos, de recreo y parranda. Quedan dos años. Ya llegará su momento.