ESCUCHANDO al omnipresente Pablo Casado, me lo imagino arrebujado de madrugada en su colcha bicolor delirando a la manera del Alonso Quijano de Cervantes. La verdad es que este hombre no da la impresión de estar en precampaña sino en la recta final electoral blandiendo el bastón de mando a todos y en todo, en plan imperial, con su solemne promesa de que Francisco Pizarro el conquistador tendrá un homenaje de exaltación colonial como si fuera un fichaje electoral más del Partido Popular.

¿Pero no había dicho Mariano Rajoy, hasta la saciedad, que de lo que hay que hablar es de las cosas que les importan a los españoles?

De orígenes oscuros, Pizarro se apuntó a la conquista de América en busca de fortuna y fama. Allí se enteró de la existencia de un rico territorio al sur del continente que los nativos llamaban Birú (Perú) y decidió unir sus fuerzas a las de Diego de Almagro, de orígenes todavía más oscuros, y algunos más de similar pelaje, todos unidos por la rapiña y la codicia. Como suele ocurrir en estos casos, en un momento dado, el hermano de Pizarro asesinó a Almagro y el clan de este último se vengó asesinando a Francisco Pizarro, gobernador y capitán general del Perú, como corresponde a este tipo de ralea.

Pablo Casado pasa por alto todo con tal de apuntar poderío para su patria, le dan igual las formas y el contexto deshumanizador, como es el caso de muchos de los protagonistas de aquella aventura, en la que Pizarro estuvo en el pelotón de cabeza. Casado podría haberse referido al descubrimiento de América y los efectos positivos que se derivaron. Pero no, él pretende dignificar la escuela de rapiña y genocidio que se instauró en aquel aplastamiento, empezando por “nuestros conquistadores españoles porque lo que hacíamos -¿él también?- era tener una España más grande”. Sin embargo, la lealtad de Pizarro a la Corona de Castilla era en función de los títulos, de su posición de poder y de convertirse en uno de los hombres más ricos de su época, como acabó logrando en el Perú.

No fue suficiente que Atahualpa ofreciera su hermana favorita a Pizarro en matrimonio, ni que llenara la habitación donde se encontraba preso, dos veces, una con oro y otra con plata, a cambio de su libertad, a lo que Pizarro se comprometió. Finalmente lograron reunirse cien toneladas de oro y plata. Lo que hizo entonces el caballero Pizarro fue incumplir su palabra, ordenar la ejecución de Atahualpa a garrote vil a pesar de quedarse con el rescate más alto de la historia. Eso sí, le ofreció al inca ser quemado vivo o convertirse al cristianismo y ser estrangulado.

A partir de aquí, los partidarios de Pizarro y de Almagro ?se enzarzaron en guerras intestinas mientras los masacrados incas trataban de sacudirse el yugo colonial. Pero Casado no se ha fijado en estas pequeñeces y apunta alto cuando proclama sin pestañear en precampaña: “Nosotros no colonizábamos, nosotros lo que hacíamos es tener una España más grande”. Eso sí, pelillos a la mar si se hizo mediante la destrucción de culturas milenarias y el robo a gran escala de metales y piedras preciosas diezmando a la población inca con el crucifijo y la espada, indistintamente, además de la pendencia con los colegas rivales en la codicia. Mientras escribo, prietas las vísceras, me viene a la memoria otro chancro imperial de Casado en forma de palabras el pasado Día de la Hispanidad: “La hispanidad es, probablemente, la etapa de la historia más brillante no de España sino del hombre. Ninguna nación ha hecho tanto por toda la humanidad”. Se vino tan arriba don Pablo que adoctrinó a la audiencia diciendo que “no somos conscientes de que este es un pueblo milenario”; no se refería a los incas, claro, que quedaron reducidos a esclavos asimilados con los animales.

A este ritmo, ya en campaña electoral, Casado es muy capaz de reivindicar la gloria de psicópatas asesinos como Queipo de Llano, Mola y el resto de la caterva de militares golpistas que arrancaron la República de las manos rojas y separatistas. Y después querrá ser presidente del Gobierno, aunque en su fuero interno añore el virreinato del Perú.* Analista