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Los menas

La sociedad vasca lleva años haciendo un gran esfuerzo económico por ese colectivo, cada año más gravoso por el constante aumento de su número (por el efecto llamada). Pero la solidaridad puede y debe tener un límite, sobre todo cuando es forzada; forzada por mafias explotadoras, por familias interesadas, por países que abandonan a sus menores y por ilegales deseos aventureros. Es dudosa su aportación a nuestra sociedad cuando llegan a la madurez, pero mientras están bajo nuestra tutela los problemas, no solo económicos, son importantes. No me parecen despreciables los causados en la vida cotidiana de nuestras calles por sus grupos con un comportamiento indisciplinado, a veces provocador, que generan una incómoda sensación de agresividad. Y, por supuesto, la delincuencia de algunos, menor al principio, y que degenera en grave con los años. No sé cuándo ni dónde se puso en vigor esa legislación de acogida, que sin duda respondía a unos generosos principios de ayuda a niños realmente desvalidos, víctimas reales de su situación; pero seguro que no se planteó para situaciones excesivas como la actual. Por otra parte, no parece ser ley de interpretación unívoca, visto cómo se incumple en otras zonas del Estado. Las instituciones deben tomar medidas eficaces para evitar esas situaciones de abuso planificado. Sería adecuado que, superada una cuota prefijada, los enviasen a su país (sobre todo a los problemáticos). Dónde van a estar más protegidos y cuidados que con sus familias, ¿no?