Síguenos en redes sociales:

Tragedias sin nombre

Las muertes de seres humanos, en situaciones extremas y trágicas, siempre nos sobrecoge y nos hace contener el aliento, sobre todo en niños y ancianos, quizás porque les veamos con una especial vulnerabilidad por el hecho precisamente de serlo. Sin duda, en una inmensa tragedia perder un hijo, muy pequeño como le pequeño Julen, en un pozo perdido allá en un pueblo del que nadie había oído hablar. Tras casi dos semanas de angustiosa espera, y gracias a labor de voluntarios, trabajando codo a codo, se pudo recuperar el cuerpo del niño y al fin sus padres y familiares tuvieron al menos un consuelo. Una tragedia de la que a buen seguro nunca se recuperen. La cobertura y despliegue informativo de prensa, radio, televisiones... ha sido, sin duda, espectacular. Yo diría que hasta rayando en muchos casos el amarillismo periodístico... El verdadero objetivo era informar y no convertirlo en un mero espectáculo televisivo. Pero es lo que tienen en muchos casos -salvo honrosas excepciones-, los medios de comunicación de este país, cuando se trata de cubrir hechos como estos, quieren exprimir de tal manera los hechos que producen un poco de verdadero hartazgo y se pierde un poco el respeto. Pero hay otras tragedias sin nombre a los que esa misma prensa con afanes informativos no le dedica el mismo ahínco. Una tragedia llamada Mediterráneo, donde cada día y desde hace mucho tiempo, y con gobiernos mirando hacia otro lado, sucumben hombres, mujeres y niños día sí y día también. Pero son tragedias sin nombre y apellidos y eso, al parecer, no vende.