Ante el espectáculo internacional de nuestros jueces en sus frecuentemente rechazadas sentencias por tribunales internacionales, los think tanks de la Justicia están diseñando nuevas normas que deberán de superar los opositores para ingresar en la carrera judicial. He aquí las ideas básicas: Conocimientos de electrónica suficientes para detectar cuándo un micrófono de la sala está encendido para evitar que los presentes escuchen comentarios picarescos sobre los reos que divierten a los miembros de los tribunales. Debe demostrar discreción y dominio de su instinto de venganza. Evitar difundir apriorismos sobre el acusado que se juzga. Aceptar como posible la comisión de errores flagrantes y no considerar virtud la capacidad de resistencia ante las dudas ajenas sobre su imparcialidad. Exigir un mínimo de educación a los jueces respetando la dignidad de los reos. Prestar atención a las manifestaciones de quien está declarando y evitando chascarrillos entre los miembros del tribunal sobre los acusados. Para los creyentes: que sepan que el Espíritu Santo no les ilumina. Que a la hora de sentenciar asuman que ser rico no es atenuante, ni agravante ser pobre. Que “todo el mundo es igual ante la ley” no es el título de una canción, sino retórica obligada para evitar ser imputado por no presumir la inocencia. Que el indulto a los jueces es un privilegio medieval y no un derecho que les permite sentencias impunes aunque sean ocurrencias. Será de esperar la reacción corporativa de los sindicatos de jueces dado que su objeto social no es la defensa de la justicia, sino defender sus prebendas.
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