LE toca aguantar al president Quim Torra carros y carretas. Soportar, como ayer, que los movilizados con motivo del aniversario del 1-O no están para peloteos y casi le llevan la mano con la que pretendía hacerles una apaciguadora caricia. Y tuvo que aprender por las malas que los Comités de Defensa de la República no son suyos y, peor aún, a él no lo ven como uno de ellos. Por eso volvieron a pedir su dimisión; por flojo. Pero Torra no tiene más fuerza que la calle. Y con los que la ocupen tiene que convivir si no quiere estar solo. Poco músculo es para mover tanta montaña.