Pedir disculpas
ESTE verano empezó bastante mal; mi ama falleció tras 92 años de intensa vida independiente, en la medida que la interrelación con otros seres humanos te permita ser independiente. A la tristura inicial, le vienen siguiendo muchos momentos de recuerdos con ella y de ella. Por ejemplo, recuerdo cuando yo no tenía ni diez años, me echó una bronca y me castigó en el cuarto oscuro (aquel en el que a veces mi aita revelaba fotos) por responsabilizarme de haber roto un jarrón que, aun siendo feísimo, no sé por qué, ella apreciaba mucho.
A pesar de mi carita de buen chico, era un pelín trasto, además de manazas y torpón, lo que me convertía en el responsable de casi todo lo que se rompía en aquella casa.
Lloroso por el injusto castigo, pasé tiempo en la oscuridad hasta que volvió a aparecer ama para liberarme y pedirme disculpas, cosa que antes jamás había ocurrido. Resulta que mi hermana, que había visto lo ocurrido, ante la injusticia cometida y con remordimientos, le contó a nuestra ama que el responsable de aquello era otro hermano, menos trasto pero también manazas. Aquel día no lo olvidaré, y no por la injusticia cometida durante un par de horas, sino porque ama había pedido disculpas y había asumido su error. Aquello me pareció mágico y sorprendente, además de toda una enseñanza que quise aprender, aunque me cuesta aplicarla.
Ese recuerdo me lleva a aquel otro de la comisión de investigación del Parlamento Vasco sobre los asuntos de Epsilon e Hiriko; sus conclusiones fueron públicamente expandidas de modo hiperbólico, cuando acontecimientos recientes referentes al tema son desconocidos por casi todos.
Lo he contado otras veces, pero creo quees buen momento para recordar aquellas solicitudes de ceses y dimisiones que hicieron los grupos de la oposición, con palabras gruesas y acusaciones sobre malversación, prevaricación y organización para delinquir. Si a ello le añadimos la manipulación de informes que el propio presidente del tribunal de cuentas hizo y las fantasías acusatorias del fiscal, tenemos el guion perfecto para que se produzca un apaleamiento público de quienes se vieron envueltos en aquel asunto.
Durante meses, todos los acusados de aquellos asuntos salieron en los medios, fueron citados en el Parlamento para escuchar atrocidades acusatorias por parte de sus señorías o fueron llamados por el fiscal para encontrarse, al final, ante la acusación general de la sociedad, como yo con aquel jarrón que no había roto.
Hace un año, la jueza que llevaba el asunto Epsilon ya eximió de toda responsabilidad a los miembros del Consejo de Administración del Parque Tecnológico de Araba, excepto al presidente, y hace menos de un mes lo ha hecho con este, quedando fuera de la acusación todos aquellos cargos públicos que habían sido señalados por el dedo fiscal y por las lanzas flamígeras de los parlamentarios de la oposición.
Hace menos de tres meses también vio la luz la sentencia sobre el caso Hiriko, resultando que todos los acusados quedaron exentos, salvo por una operación mercantil que, por cierto, nada tenía que ver con las ayudas que había otorgado la administración. En aquella sentencia se vertían cuestionamientos sobre el fiscal y su proceder que avergonzarían al más normal de los seres humanos.
Hoy, todos aquellos cargos públicos que se vieron envueltos en aquella vorágine pública y publicitada de acusaciones variadas han quedado exentos de toda responsabilidad civil, mercantil y penal. ¿Y alguien se ha enterado? ¿Alguien ha tenido noticias de que esto ha ido ocurriendo durante estos meses? Alguno de aquellos acusados llegó incluso a perder su empleo, y hoy nadie le va a resarcir por aquella irreparable pérdida, cuando lo lógico sería que, al menos desde aquella comisión parlamentaria, quienes condenaron sin paliativos, pidan disculpas y reconozcan su error. Porque no se trataba de acusarles de responsabilidad política sin más, esa responsabilidad estaba vinculada a que se dio por hecho su culpabilidad penal o mercantil, y nada de eso ha ocurrido.
Aparte de la necesaria justicia reparadora y del recuerdo hacia mi venerada ama, este tema me ha surgido al hilo de la posible constitución en el Parlamento Vasco de otra comisión de investigación, esta vez para analizar las OPE de Osakidetza.
No sé qué terminará por ocurrir, pero imagino que se tratará otra vez del ventajismo político de hacer ruido y confundir a la opinión pública para terminar por extender acusaciones sin que, al tiempo, nadie pida disculpas cuando pasado otro tiempo se confirme, que se confirmará, que ningún cargo público hizo mal las cosas, lo que significa que lo hicieron bien.
La acusación, que sale gratis en política, se difunde por todos lados; la posterior demostración de lo infundada de la misma, nunca ve la luz, y por eso es una técnica muy utilizada por la política inconsciente. El perdón y la disculpa también saldrían gratis, pero no la utilizan porque humanizaría a sus usuarios, y hay quien cree que eso es síntoma de debilidad.
Mi ama me volvió a castigar muchas veces, pero nunca sin motivo objetivo y contrastado, y en mi memoria, más que los castigos, ha quedado engrandecida su petición de perdón.