Esperanza de paz en Corea
El histórico abrazo entre los líderes del Norte y del Sur y su compromiso de desnuclearización total y de poner fin a la guerra abren una nueva etapa en la que serán claves los cambios en el autocrático régimen de Jong-un
CONTRA todo pronóstico”, como acertadamente ha apuntado la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, las dos Coreas, enemigas irreconciliables desde hace décadas, parecen encaminarse hacia una nueva etapa de distensión, normalización de relaciones y cooperación. Lo que significa que hay una fundada esperanza de paz tras más de medio siglo de guerra más o menos abierta entre el Norte y el Sur de la península, aunque esta nueva etapa no esté exenta -más bien al contrario- de sombras, dificultades, interrogantes y amenazas. La inédita y simbólicamente muy poderosa imagen de los líderes de Corea del Norte, Kim Jong-un, y del Sur, Moon Jae-in, estrechándose las manos e incluso fundidos en un abrazo y cruzando cada uno de ellos al otro lado de la frontera que divide a sus respectivos pueblos ilustra bien el significado del mensaje que ambos mandatarios quieren transmitir al mundo. Más allá de lo puramente simbólico, la insólita cumbre celebrada el viernes deja el compromiso de ambas Coreas de trabajar para la “meta de la completa desnuclearización de la península” y cooperar para “una paz permanente”, según reza la declaración conjunta. Sin duda, un resultado muchísimo mayor del esperado hace apenas unas semanas -tras el cruce de amenazas y bravatas que se lanzaron Kim Jong-un y el presidente norteamericano, Donald Trump, en medio de nuevas pruebas y lanzamientos de misiles por parte de Pyongyang-, pero que, vista la experiencia histórica, corre el riesgo de quedarse en papel mojado. La euforia con la que acogió Trump los términos de esta cumbre -“la guerra de Corea ha terminado”, afirmó por Twitter- y el aval también de China -fiel aliado del Norte- parecen indicar que se está en el buen camino. En este sentido, la próxima cumbre -igual de histórica que esta- entre Jong-un y Trump debería significar el paso decisivo en la consolidación de esa paz. Las dudas sobre el alcance real de esta nueva etapa, sin embargo, son evidentes. Un régimen autocrático y hermético como el norcoreano difícilmente se compadece con la normalización de relaciones internacionales. Pero, además, la falta absoluta de libertad y de derechos para la población de Corea del Norte impide, de facto, una paz duradera. En ese difícil pero irrenunciable cambio radica el éxito y la esperanza real de paz en esta nueva etapa.