Espías envenenados en el corazón de Inglaterra, misiles ultrasónicos, campañas de desinformación, encarcelamientos y muertes sospechosas de opositores políticos, guerras de baja intensidad en Ucrania y apoyo a la fraternidad de dictadores de Oriente Próximo. Esta es la agenda de señor Putin; es cierto que Rusia ha fortalecido su presencia en el mundo, pero las campañas que tratan de desvirtuar nuestras democracias por parte de agentes rusos deben cesar. Hay que frenar en seco a Putin, premiar con galardones de derechos humanos a los líderes opositores rusos, financiar a la oposición y mostrar un apoyo firme a Ucrania, y si es preciso llegar a enfrentamientos indirectos en zonas del globo que se puedan controlar. La inacción se percibe como debilidad a ojos el nuevo zar ruso. El problema es que Europa está en pleno proceso de divorcio y a punto de romper con su viejo amigo, EEUU, a causa de una guerra comercial absurda. China modifica su constitución: su líder, Xi Jinping podrá continuar en el cargo todo el tiempo que quiera. Las democracias europeas están en peligro. Siempre tendrá más poder un tirano que un parlamento democrático; la rapidez en la toma de decisiones es vital, y ahí la UE flaquea. Europa ya no es el centro y el mundo hace tiempo que lo sabe.