Al recibo de la presente, usted ya lleva varios días residiendo en la noble villa de Bilbao donde, a buen seguro, ha recibido una cálida acogida. Trae una mínima parte de su trabajo, porque gente de grandeza artística y gestora tuvo a bien invitarle para emborracharnos, embobarnos de lo que verdaderamente es bueno, admitiendo lo complicado de la afirmación.
Nos habla en su trabajo de la Corte Ilustrada, retratos de la Corte de Carlos III y Carlos IV. Las artes habían recibido el impulso de la corona con la creación de las academias de Bellas Artes, la invitación de artistas y arquitectos extranjeros. Ciertamente tiempos lejanos representados por obras espléndidas.
No quisiera entretenerle mucho, simplemente que apelando a la vecindad, solicitarle no sea la última visita. Ya sé que tenemos grandes obras: archivos, edificios, historia, Athletic (¿?) y sobre todo y por encima: la gente, pero no deje de recordarnos su temperamento y genios eternos; al fin y al cabo los horrores, las alegrías, los retratos nunca son un viaje al pasado, sino una tonalidad de cromatismos diversos.