FALDITA corta, cofia, escote, unas medias altas y una jeringuilla gigante. Cuando salgan hoy ustedes a la calle, y si el frío permite ventilarse sin ropa interior de Gore-Tex, se encontrarán muchos disfraces, pero no de enfermera, porque han sido proscritos. El Sindicato de Enfermería advirtió hace días a los comercios que retirasen de la venta todos los trajes que atenten contra la dignidad e imagen pública de las profesionales sanitarias. Bien mirado, a mí no me parecía para tanto. Más bien observaba una espiral de represión y puritanismo que no pega nada en tiempos de carnestolendas. Pero luego reparé en otra cuestión. Si en el mundo real médicos y enfermeros van con la misma indumentaria, ¿por qué se sigue asociando a la cofia, al vestido y la capa? O ¿por qué los niños no pueden ir de enfermeros? A la hora de vestirse en Carnaval o Halloween, en las tiendas suelen encontrarse dos tipos de disfraces; los temáticos para hombre -médico, pirata, vampiro...- y casi siempre su versión sexy para mujer. Se me ocurrió dar la vuelta al asunto y visualizar ropajes de bombero cachondo con el torso desnudo, médico buenorro sin ropa debajo de la bata, policía sensual sujetando las esposas con mirada provocadora... Aunque entonces en lugar de en la Gran Vía, parecía que estuviera en un garito de ambiente. Y es que habiendo uniformes reventones, ¿a quién le interesa ponerse un disfraz de foca monje?

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