UN niño de 13 años alardea en las redes sociales de su participación en la muerte de un adulto. Da a entender que se siente especial, valiente y desafiante. Su código de valores comienza por ser el tío duro que se mueve con soltura en un mundo del que está dispuesto a arrebatar a otros lo que él quiera. No hay código penal que intimide a un crío inmaduro, un malote éticamente malformado a esa edad. Vive rápido y muere bien. Una realidad incómoda. ¿Recuerdan el cine quinqui de la transición? Este chaval quiere ser el Torete, aunque no sepa quién es.
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