DANIEL Innerarity, en Editorial Gutenberg en mayo de este año, ha publicado un magnífico libro de 382 densas páginas titulado La democracia en Europa. Innerarity explica la innovación política de la Unión Europea, sus insuficiencias y oportunidades, su peculiar sistema de representación y decisión, qué tenemos derecho a esperar de ella y qué podemos exigirle para que sea, de acuerdo con su peculiar naturaleza, más democrática. Afirma que la promesa de la democracia nacional de promover el autogobierno únicamente puede sobrevivir a la europeización si en ese nivel de interdependencia se exige un discurso justificatorio que acredite el respeto sistemático de los efectos externos de sus decisiones como algo relevante para las decisiones nacionales. Insiste en que el autogobierno de sociedades complejas no tiene por qué seguir el modelo doméstico, sino que puede inspirarse en criterios democráticos policéntricos e indirectos y añade que si la comunidad que se autogobierna forma parte de varias comunidades -nacional, estatal, supranacional, global- entonces el lugar de la democracia es lo más parecido a un puzle. Y por ello los ámbitos locales, nacionales, regionales y supranacionales deben articularse de tal modo que ningún nivel se imponga o se cierre a otro sin razón suficiente. La UE es un desmentido de la idea de que el Estado-Nación es el único lugar de comunidad e identidad políticas. Habla de la legitimidad y gobernanza de los intereses, de estados miembros, de democratizar la interdependencia, del pueblo como condición de la democracia, de la comunidad como práctica, la Europa de los Parlamentos, de gobernar sin soberanía más allá del estado nacional, de la autodeterminación, de lo transnacional y del autogobierno y un largo etc.
Al hilo, reflexiono sobre el autogobierno. Autogobierno del siglo XXI que da estabilidad y certidumbre a la sociedad que conlleve paralelamente acuerdos políticos amplios para centrar el debate político en materias vitales para el futuro de siguientes generaciones vascas. Acuerdos que definan un modelo de convivencia y marco de relación con el Estado en el que haya una bilateralidad efectiva con garantías y condiciones. Autogobierno basado en el pacto como procedimiento. Acuerdos con potencialidades de modificación existiendo mayorías para ello. Respeto y toma en consideración de diferentes sentimientos identitarios integrados en un esquema de pacto. Doble compromiso, amplio acuerdo sobre el mismo en Euskadi y aprobación en las Cortes de España.
Autogobierno anclado en el no imponer ni impedir. Que integre sensibilidades, articule la relación dentro de un Estado plural a través del pacto y el acuerdo y evite tentaciones de unilateralidad a las partes. Autogobierno que alumbre un nuevo acuerdo, nueva etapa que suponga mayor reconocimiento de Euskadi como nación, avance en el reconocimiento de la existencia del Pueblo Vasco en su derecho a ser y decidir. Salto en el ámbito de las competencias del Gobierno y del Parlamento.
Autogobierno incardinado en Europa capaz de desarrollar la identidad vasca en el mundo abierto e interdependiente que ya se va conformando. Una política de cooperación transfronteriza multisectorial por encima de lo hasta ahora local. Autogobierno con capacidad de decisión, corresponsabilidad, participación en todos los superpuestos niveles de decisión y apertura al exterior nuevo y complejo. Creo en el ser nacional de Euskadi, en la existencia del Pueblo Vasco y en su derecho a dibujar su futuro en un mundo globalizado e interdependiente cada vez con cosoberanías más coparticipadas y compartidas. Autogobierno con alma y valores, comprometido y solidario.
Autogobierno mayor y mejor cualitativo para Euskadi, un autogobierno compartido que conecte más y mejor con las nuevas generaciones. Un nacionalismo moderno, de ciudadanía, abierto, europeísta y pactista, inclusivo e integrador, pragmático que continúe vertebrando la sociedad vasca y mire más allá de sus fronteras físicas y culturales.
Alumbran transformaciones de nuevos escenarios políticos en virtud de los cuales el estado está siendo complementado por nuevos y complejos espacios. Conceptos como legalidades, legitimidades, soberanías, marcos constitucionales, integridades territoriales, autodeterminación y/o autogobierno serán repensados. Estados-nación se convierten en actores semisoberanos en un mundo transnacionalizado en proceso de desterritorialización. Coincido con Daniel Innerarity cuando afirma que “a medida que aumentan las interdependencias, la autodeterminación, el autogobierno, se convierten en algo más complejo, tanto en el espacio como en el tiempo. Habrá que avanzar en una dirección transnacional del espacio del mismo modo que debemos apuntar a lo intergeneracional como horizonte normativo del tiempo”. Nuevos y futuros paradigmas, transformaciones de estados-nación en estados-miembros, naciones sin estado interdependientes configurando nuevas unidades políticas en las que muchas cosas cambiarán y que como nacionalistas vascos tendremos que desapasionadamente acertar en su obligada gestión.
Creo interesante ver que la historia del Pueblo Vasco, que el futuro de una Euskadi autogobernada, no es tan sólo la historia de un yo que se va explicitando en el tiempo, sino también la de un fenómeno evolutivo que recibe la mayor parte de su impulso, contenido y orientación en interdependencia con otros, máxime en estos tiempos de globalización. En esa interrelación evolutiva hemos acertado y sabido no perder el pulso del devenir continuo de la historia, con sus avatares y mutaciones, y tras siglos continuamos siendo, y con la conciencia de querer seguir siéndolo. Vascos autogobernados en la interdependencia del siglo XXI.
“Soy un soberanista pragmático y un independentista del siglo XXI”, esa fue la descripción que de sí mismo se hizo en agosto del año pasado el lehendakari, Iñigo Urkullu, entonces candidato del PNV a la reelección en las autonómicas del 25 de septiembre. Lo hizo a preguntas del periodista que le interrogaba constantemente sobre la “gradación” de su nacionalismo. Reiteró que creía en las soberanías compartidas, basadas en el acuerdo, la bilateralidad y con un sistema de garantías. “Yo creo más en las soberanías compartidas en este momento que no en las unidades indisolubles que nos llevan a pensar en una independencia absoluta”.
Docenas de años antes, Manuel de Irujo ya avanzaba hacia esa idea: “La soberanía absoluta, que pudo concebirse hasta que advino la Edad Contemporánea, no existe, ni puede realizarse en la actualidad. La soberanía absoluta de una nación es inconcebible en el mundo actual y lo será más en el futuro. La sociedad humana se ha truncado en coexistencia de soberanías (...) aspiro a tener relación con los del otro lado del Bidasoa en la relación que me encuentro hoy con los del otro lado del Ebro, en un régimen de interdependencia”.
Termino con una reflexión compartida con Daniel Innerarity, “Hacer más democrático el autogobierno equivale hoy a hacerlo más complejo, de manera que pueda incluir intereses de lugares lejanos y tiempos distantes con los que mantenemos relaciones de condicionamiento y, por lo tanto, ciertos deberes de justicia. Estamos hablando de un principio básico que sin él sería inconcebible la democracia. En un mundo de solapamientos y condicionamientos se requiere pensar con mayor sutileza que cuando los sujetos de tales derechos (pueblos, generaciones, culturas) eran unidades más o menos delimitables y podían ejercer su soberanía de una manera más aislada”.
No confundo el mundo real con otros ficticios. Es el principio de realidad del autogobierno y las interdependencias en el Siglo XXI.