El Parlamento catalán este martes ha vivido una de las jornadas más relevantes de su historia democrática. Sin duda, era una sesión histórica. Sin embargo, finalmente quedó deslucida por la ambiguedad, quedando por debajo de la expectación que suscitaba. En ella, el presidente Puigdemont tenía previsto hacer una declaración unilateral de independencia que la fundamentaría en los resultados de un referéndum que se había llevado a cabo en un marco no constitucional; lo que previsiblemente le podía costar la puesta en marcha por parte del Estado de un operativo contra su Autonomía y contra su propia persona. Conocedor de estas circunstancias el presidente catalán decidió hacer una declaración de independencia con la apariencia de que no lo era, lo que desconcertó a muchos; y enfadó a sus colaboradores más radicales, las CUP, que deseaban que se hubiera llevado a cabo una votación de independencia con el fin de que quedara clara y explícita. Allí reunidos, Puigdemont optó por una fórmula discreta. Este sí, pero no (de momento) para dar paso a una vía de diálogo con el Gobierno central admite varias interpretaciones que solo el paso del tiempo nos dará la respuesta de cuál es la correcta. Lo que parece claro es que la hoja de ruta de Puigdemont sigue adelante, cuando muchos pensaban que ya no tenía más recorrido. Su intervención en el Parlamento podría evidenciar una actitud de nadar y guarda la ropa, lo que como político le puede acabar pasando factura; pero también podría significar una estrategia para ganar tiempo abriendo al Gobierno la posibilidad de diálogo, a sabiendas de que Rajoy no tiene una iniciativa que pueda agradar al independentismo catalán. De hecho el único tema de diálogo tan solo giraría en torno a la celebración de un proceso plebiscitario dentro el marco de la legalidad. El separatismo catalán una vez más marca la agenta de Rajoy manejando los tiempos. El discurso de Puigdemont, muy dirigido a la opinión pública internacional, puede terminar como una maniobra de desgaste aún mayor tanto para el Gobierno de España como para una sociedad ya exhausta y enfrentada.
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