Carta a la madera noble
Hay seres sobrenaturales que descansan en los bosques con la mente y sueñan con las curvaturas posibles de la madera y las caricias, el viento y los temblores del vacío. Uno de estos es Anda, José Ramón.
Las mesas, las anillas, las sillas, las esculturas pierden la categoría de tales pasando a ser de categoría universal, absoluta, esencial, sobrenatural. Los árboles le llaman y él les escucha dándoles la forma que le piden, que le insuflan al oído, al cerebro y al corazón, convirtiendo sus manos en verde hierba, verde oliva, roble, haya o castaño; y los ojos en otoños.
Solo él sabe el secreto y dudo mucho que lo desvele ya que tal vez ni él sabe cómo se descifra.
La pista está en el euskera, en la lengua vasca y en el robledal de su pueblo, Bakaiku, la niebla, la lluvia, la luz y el silencio.
“Maite ditut maite, gure basterrak lanbroak izkutatzen dizkidanean. Zer izkutatzen duen ez didanean ikusten uzten...” Hijo de la brisa y la tierra, como Oteiza, trabaja con el infinito, acariciando el vacío, la eternidad y la nada.
Déjame soñar contigo, amigo.