VIVIMOS rodeados de salvadores. Unos, de la patria; otros, de nuestros derechos; otros, de nuestros bolsillos. Muchos, bienintencionados; algunos, interesados; un buen puñado, despóticos. Cuando Trump vela por nuestra seguridad pero se da de baja del acuerdo climático por nuestro bien, produce calenturas. Cuando Erdogan afirma que el mejor modo de evitar atentados contra los turcos es prohibirles que se manifiesten contra el régimen, da que temblar. Cuando Maduro habla en nombre de toda Venezuela, dan ganas de rogar: “No nos salve más, que nos mata”.
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