NO importa el nombre de los equipos, ni el momento, lo que mantiene su relevancia es que, en relación a la competición deportiva, de repente, un grupo de padres intercambian patadas, puñetazos e insultos, mientras algunas madres intentan apaciguar los ánimos recordando que hay “niños presentes” y gritando que lo que estaba ocurriendo era “una vergüenza”. ¿No tiene importancia? No tiene desperdicio.

Parece que esto no sucede sólo en un lugar concreto, que hay muchos otros lugares en los que el verde del campo excita las pasiones porque “el niño nos sacará de pobres”. No nos engañemos, aquí prima el ansiado, desesperado y anhelado triunfo. “Para conseguir vencer hay que dar codazos, hijo, no se te olvide nunca. Y si tu padre se pelea con otros padres -no hay que pelearse con las mujeres, ¿me oyes?-, es por tu propio bien”. Así, el hijo reproducirá las características de su padre: un machito ibérico, aunque esto suceda también en las islas. “Hijo, no me seas un blandengue, un mediocre perdedor, yo no te voy a presionar, pero te falta espíritu combativo, pareces una niña cuando te veo ahí, parado en el campo. ¡Con todo lo que yo he hecho por ti?!”.

Decía Ancelotti: “El fútbol es una cosa de hombres, no de señoritas”. ¿Qué ha dicho?? Porque el AEM, un equipo femenino de Lleida, a varias jornadas del final de la Liga de Segunda Infantil masculina, tiene ganado ya el campeonato. Es el único equipo de Cataluña compuesto íntegramente por chicas que compite en una liga con el resto de equipos masculinos, pero ahí está, para que hagamos declaraciones definitivas.

Parece cierto que algunos machitos, cuando las cámaras difunden imágenes de su violencia, terminan avergonzándose en público. No sabemos si se avergüenzan porque los hechos se han conocido o porque, de verdad, consideran que han actuado vergonzosamente. La escena de arrepentimiento tiene su valor, de todas formas, pero lo que les ha salido espontáneamente del alma es lo que han mostrado y no sabemos si todavía lo siguen llevando dentro.

En el colegio, les enseñarán a descifrar el Guernica y la paloma de la paz de Picasso. Celebrarán el día del aniversario de Gandhi soltando globitos en el aire y, cuando lleguen a casa o ya en el camino, podrán visualizar todas las escenas violentas que quepan en su tiempo de ocio. Después, les diremos que no todos los medios sirven para cumplir un determinado objetivo porque bla, bla, bla, bla y oirán las palabras, pero les resbalará el significado, entre otras cosas porque estarán observando la pantalla de su móvil.

Se están estudiando métodos para evitar que la infancia acceda a determinadas escenas relacionadas con el sexo y la violencia, se elaboran excelentes programas para evitar el bullying, pero la violencia es algo que hemos asumido no sólo como un existencial humano, sino como uno de nuestros entretenimientos. Vencer por cualquier medio. Invadir países, conseguir objetivos con la lucha armada, demostrar quién es más fuerte?

Los hooligans, a veces, enmascaran en el fútbol sus auténticos rasgos racistas o violentos y tienen organizadas sus trifulcas, independientemente de lo que suceda en el campo de fútbol. El caso es vencer, humillar, masacrar. Ya lo dice el señor Trump, vamos a ganar guerras. No se elevarían los presupuestos militares si fuésemos un poco más sensibles, con un poco más de coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Seguimos con el empeño de vencer por las buenas o por las malas. No podemos dejar que nos ganen y si es preciso invadimos antes de que nos invadan. Capítulo aparte merecen las vergonzosas inversiones de determinados clubs y todo lo relacionado con los fichajes de las estrellas y sus evasiones de impuestos.

Es triste que el fútbol, y algunos otros deportes, pierdan sus connotaciones de valoración del esfuerzo individual, el trabajo en grupo y la disciplina, a causa del comportamiento perjudicial de algunos progenitores. No hay duda de que también hay familias respetuosas que hacen gran esfuerzo de acompañamiento y comprensión en las innumerables competiciones. Al fin y al cabo, no dejan de ser un espejo de la complejidad de nuestra sociedad. Y, por desgracia, las actitudes violentas no se corrigen solamente instalando cámaras de seguridad por todas partes. Esperemos que no tenga razón el señor Freud cuando decía que “sólo el fútbol une en el mismo nivel la vida y la muerte, el amor y la violencia en el mismo gesto”.