Pedimos la libertad de Arnaldo Otegi en numerosas ocasiones sin regateo de letras, aún con acuso de complicidad etarra. La seguiríamos pidiendo si volvieran a esposarle. No tiene sangre a sus espaldas. Ahora en la calle, con esa libertad que con muchos y diferentes apoyos ha conquistado, afirma sin embargo cosas que hieren a la ciudadanía de buena voluntad: “La Ertzantza también ha matado...”. Las extrañas piruetas, las incomprensibles declaraciones que se pueden llegar a realizar para despistar, para eludir la mayor, para no entonar el simple, el llano, el aún pendiente “nostra culpa”...
Sigue primando el orgullo antiguo y la fidelidad a la “tribu” por encima de la elemental ética. Sigue prevaleciendo la lealtad a la seña identitaria, a la propia y exclusiva causa, aún con todo su lastre insoportable, antes de reconocer que erraron y lo hicieron durante décadas, apoyando la bárbara violencia de ETA. Nuevas caras, nuevo estética, nuevo discurso?, pero el sincero, el debido, el urgente perdón de la izquierda abertzale a la sociedad vasca, a la sociedad española en general, sigue sin producirse.
No queremos más parodias, más teatros. Poco nos importa bajo qué tierra estén esas armas oxidadas, lo que deseamos es el despertar de la humana, ya no de la tribal conciencia; lo que anhelamos es ese abrirse los duros y blindados corazones, ese ceder de tercas y confundidas fidelidades. Una cosa es el amor a la patria y otra bien diferente, el goma dos y las mortales balas. Quedémonos con lo primero, con la patria abierta, generosa, solidaria y reconozcamos por favor lo palmario: que en su nombre, ya mancillado, jamás, jamás se debió haber segado una sola vida.
No buscamos ninguna humillación, más al contrario un sincero encuentro acompañado de la contrición inherente, inevitable. No buscamos ningún arrodillamiento, solo una mano al pecho, solo reconocer una deuda, solo admitir que el dolor ajeno nunca debió ser sembrado, que la violencia jamás debió haber sido abrazada. Por ellos, por nosotros, pero sobre todo por la convivencia, la paz y las futuras generaciones.