ANDAMOS todo el día entre los que no tienen remedio y los que no tienen vergüenza. En el juicio de las tarjetas black, esas que sientan en el banquillo a 65 acusados de cargar doce millones de euros de sus gastos personales a Bankia, que luego quebró y que tuvimos que rescatar, nos hemos enterado que las tarjetas se quedaban cortas. Sus dueños pedían continuamente elevar el gasto con solicitudes de hasta 240.000 euros extras, sobre todo en Navidad y vacaciones de verano. Justificando así que se trataba de gastos de representación. Un minuto antes de sentarse en el banquillo, Blesa ha devuelto los 437.000 euros que gastó con su Visa de extraperlo. “No tengo un euro, me hago yo las labores de la casa”, acaba de declarar don Miguel. Mejor que mueva el esqueleto con la fregona a que mueva la black, eso sí, a ser posible en Alcalá-Meco. Hagamos un crowfunding y pongamos unos euros para contratarle un servicio doméstico a este pobre hombre. Soñar es gratis, sobre todo con el dinero de los demás. Es lo que ha demostrado esta semana Rita Barberá estrenándose en el Grupo Mixto del Senado con una cabezadita. Duerme con la placidez y la tranquilidad de un bebé que sabe que con papá Mariano nunca le faltará el alimento. Y si por echar la siesta se cobran 5.333 euros al mes, ¿cuánto se cobra por dinamitar un partido, cerrar Ferraz y cambiar la sede del PSOE a Sevilla?
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