POR lo general las cuestiones espinosas tienen la costumbre de deslizarse de las manos, de superar a la tropa y provocar una picazón globalizada que se contagia on line. Ocurre por ejemplo con el turre de la gabarra. Vaya por delante que el que suscribe habría sacado la barcaza sin ninguna duda, pero porque el título conseguido así lo merece, no por intereses políticos o reivindicaciones de ningún tipo. Es más, creo que la demanda de la igualdad de género se banaliza por considerar que supone un gran paso sacar la gabarra para el Athletic femenino, conocidas por cierto como las chicas hasta por el activismo más férreo. Hay tanto por hacer que el debate roza el ridículo. Sobre todo porque la mayor parte del trabajo hay que realizarlo de puertas adentro, cada uno en su casa. La tarea real no está ni en manos de los legisladores ni en las de Emakunde y, desde luego, los actos simbólicos a orillas de la ría no van mucho más allá de la estética de lo políticamente correcto ¿Cuántos de los que han firmado para que la gabarra surque la ría han seguido al equipo durante la temporada? ¿Cuántos habrían pagado una entrada para un partido de lehoi emeak, las leonas, y contribuir así a su financiación? ¿Cuántos acuden cada fin de semana a animar a otras mujeres que practican deporte? En una entrevista publicada en DEIA la semana pasada, Eli Ibarra reconoció que son “unas privilegiadas” en relación a otras deportistas. No hay que olvidarlo.