En unas recientes y solemnes declaraciones de la Conferencia Episcopal Española, se nos rogaba “encarecidamente”, por ser un “pecado” gravísimo, no descargar películas o series de forma ilegal de la red, por ser una forma de piratería, ya que se “inflige un daño al bien común de la sociedad” y que se incumplen gravemente el séptimo y el décimo mandamiento de la ley de Dios. Aquellos que dicen: no robarás y el que prohíbe codiciar los bienes ajenos? El robo, la rapiña o el fraude. ¿Ciertamente se causa un grave perjuicio a los artistas o distribuidores de la industria del cine o de la televisión cada vez que hay copias ilegales? No he visto hasta ahora que los obispos españoles eleven de la misma manera y con la misma contundencia, su voz contra esos otros pecadores que infligen igualmente esos mandamientos que tanto predican. A todos esos que roban lo que no es suyo, que causan un grave perjuicio a la sociedad con sus rapiñas y fraudes, y que codician igualmente los bienes ajenos. Con la Iglesia hemos topado amigo Sancho? Como diría el divino Quijote, que salvo honrosas excepciones nunca se sitúa de parte de los pobres y siempre de los poderosos. Veamos ahora entonces qué son los pecados y quiénes los pecadores.
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