EL Papa ha iniciado en La Habana un viaje “histórico”, un adjetivo que en este caso resulta acertado por mucho que parezca tan desgastado. Es histórico no solo porque -como se está subrayando- el Pontífice visite Cuba, un país en el que la religión ha estado prácticamente proscrita durante décadas y ahora simplemente se tolera y donde la libertad brilla por su ausencia, sino también -y aquí está el matiz principal- porque posteriormente se dirigirá a Estados Unidos, con quien la isla acaba de restablecer relaciones aunque mantiene su embargo y donde tiene una más que interesante e intensa agenda.
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