El otro día, tomando algo con mi amigo en una terraza, mi compañero me espetó la siguiente pregunta: “¿Por qué un camarero tiene que dominar con suficiente fluidez el inglés, mientras que para muchos cargos políticos de alto nivel es un idioma casi desconocido y del que de su uso parecen siempre estar exentos?”. Tras divagar superficialmente sobre este tema, llegué a la siguiente conclusión: El camarero tiene que rendir, es responsable, se le lanza al ruedo para que capee a todo tipo de clientes que le entren a cornear, hay que facturar, vive en un mundo real. Es por ello que necesita tener un conocimiento básico del inglés que mejora día a día debido al mejor método, la necesidad. En cambio, muchos cargos políticos están ahí para figurar y despejar balones hacia otros y otras que los puedan atrapar, viven en un mundo ficticio. Yo mismo viví esta situación en la empresa en cuyo departamento comercial desempeñé mi trabajo durante 19 años. Había ciertos comerciales casta, añejos, que siempre tuvieron en su séquito un par de personas que se encargaban de disimular esas carencias en inglés. A pesar de ser el inglés un idioma en el que en año y medio te puedes poner a hablarlo fluidamente en el campo comercial, tras más de treinta años de trabajo, jamás les oí pronunciar una palabra en inglés, casi ni siquiera para decir “good morning”. La empresa era el vivo ejemplo de aquel dicho que una vez me dijo mi cuñado, y que yo acogí con lágrimas de satisfacción en los ojos: “Se creen mierda, y no llegan ni a pedo?”. Todo esto que yo vivía a diario contrastaba con lo que se vivía cuando proveedores extranjeros nos visitaban con frecuencia en la empresa. Creo no obstante que todo esto está cambiando y la necesidad, como he dicho antes, es la mejor profesora que existe. Quiero pensar que ejemplos como los de mi exempresa son restos caducos del franquismo más anacrónico y casposo.
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