LOMCE y Heziberri. Se abre una nueva etapa llena de incógnitas, en la que las dudas sobre los sistemas educativos prevalecen sobre las certezas. Un futuro que se está construyendo sobre tótems -al parecer- intocables e incuestionables sobre los que va a pivotar la futura educación vasca: las competencias, la autonomía de los centros, la eficiencia en el gasto...
En noviembre de 1995, la presidenta de la Dirección General de Educación de la Comisión Europea, Edith Cresson, presenta su Libro Blanco sobre la educación y la formación. En él se ensalzan la autonomía de las escuelas y el acercamiento entre estas y la empresa, dando, de este modo el pistoletazo de salida a una determinada manera de enfocar las políticas educativas.
A partir de Lisboa 2000, se acuerdan las bases para una política educativa común en Europa en base a las llamadas “competencias básicas”. Poco a poco, se introduce esta perspectiva en los sistemas educativos y va afianzándose una corriente que contrapone el aprendizaje por competencias al aprendizaje memorístico y poco práctico. La LOE ya introducía esta visión, que también recoge la Lomce y que Heziberri 2020 desarrolla de manera exhaustiva.
El enfoque del aprendizaje por competencias se inicia en la Formación Profesional (FP) para dotar al alumnado de destrezas que pueda poner en práctica en el entorno laboral y que le permitan una mejor adecuación al mercado del trabajo. Como señala Nico Hirt, las competencias básicas como eje de la educación se introducen por la presión empresarial y posteriormente el modelo se generaliza en todas las etapas educativas para formar desde el inicio “mano de obra flexible, polivalente, móvil y reciclable”. El mercado no necesita muchas personas sobradamente cualificadas -esta prerrogativa se reserva a las proles de las élites económicas- sino que los futuros trabajadores sean capaces de expresarse con corrección, hablen más de una lengua o se puedan manejar en un entorno digital. Estos aprendizajes reservados hace unos años a pocas personas ahora se han convertido en básicos para el mercado global y, por tanto, pierden su valor añadido y no conducen a un trabajo cualificado.
También se requiere que todos conozcan respeten y valoren a la empresa y los empresarios. Una de las competencias claves de la Lomce, “la iniciativa y el espíritu emprendedor”, que en la LOE se denominaba “Competencia para la iniciativa y autonomía personal”, es la que ha elegido Heziberri como eje de todos los aprendizajes. Al ser tan evidente la sumisión al mundo empresarial, se le dedica una larga explicación para aclarar que emprendimiento y empresa no son equivalentes, aunque en el desarrollo de sus documentos los equiparen continuamente y desde la etapa infantil consideren una prioridad fomentar en el alumnado el espíritu emprendedor.
Quieren vendernos que los procesos de innovación pedagógica caminan en la dirección de la visión empresarial y la competitividad. La empresa no solo impone sus objetivos y necesidades al mundo educativo también traslada sus formas de organización y gestión: programas de calidad ajenos a la educación; una forma determinada de entender la evaluación sometiendo al alumnado a continuas pruebas externas de validación de aprendizajes; la competitividad convertida en competición entre personas y centros educativos... Este modelo se origina en 1997 cuando el Consejo Europeo “concede la prioridad al desarrollo de competencias profesionales y sociales para una mejor adaptación de los trabajadores a la evolución del mercado laboral”.
Seamos conscientes de que las prioridades económicas europeas han sido las que nos han llevado a la actual situación y que las consecuentes políticas educativas dictadas desde los mismos despachos llevan el mismo rumbo ideológico.
Se abandonan los sistemas centralizados garantes de la equidad y la igualdad de oportunidades en beneficio de redes de centros más autónomos dispuestos a competir entre sí, centros con determinada autonomía pedagógica pero que compiten por los escasos recursos que la administración destina a la educación. Dice Nico Hirt, que “la diversificación de la oferta educativa y su consecuente jerarquización crean una dualización social de la enseñanza. Esto responde a la evolución de un mercado laboral cada vez más dual con una demanda de mano de obra altamente cualificada, pero también un volumen creciente de empleos que requieren un bajísimo nivel de cualificación”.
Las políticas educativas del Gobierno vasco y del Gobierno navarro van, más que nunca, encaminadas a crear un sistema educativo de dos velocidades que dé respuesta a un mercado laboral injusto y sacie el deseo de los centros privados concertados de mantener la red pública como subsidiaria.