Mecachis la porreta
LO quería evitar a toda costa. Quería evitar hablarles del conflicto de la lanzadera del metro de Galdakao a su paso por Etxebarri porque, como afectada, me iban a salir algún sapo y varias culebras. Y eso que a los periodistas de mi generación nos enseñaron que debíamos ser como escribas egipcios. Siendo siempre una antena de reemisión de malos rollos ajenos pero sin emitir nunca fregaos propios. No conozco de nada al señor Oliva, alcalde de Etxebarri, pero pocos personajes han hecho tanto para que me caigan tan mal. “Loren, mecachis la porreta, ¿por qué no dejas pasar el autobús por el pueblo?”, le interpelan con guante de seda. “Recórcholis, Loren, pobre gente, mira que tienen que andar 700 metros hasta el metro”. Y Loren... a lo suyo. Ahora, una jueza ha puesto la miel en los labios de los usuarios autorizando un jueves la llegada de la lanzadera a la estación para darles un sopapo el martes siguiente y quitársela. Solo por no ver a la gente caminando mientras caen chuzos de punta, solo por no arriesgarse a que un día pase algo -hasta los cacos deben temer resfriarse- se podría tener un poco de caridad cristiana. Señora jueza, por Tutatis, imponga cordura. Porque cuando un ayuntamiento puede pisotear a los vecinos de al lado, cuando el suyo propio no sabe, no contesta, y cuando la institución que debería velar para que no haya agravios pasa de coger el toro por los cuernos... también a los escribanos se les hincha la vena.
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