DESDE que el pasado fin de semana se conociera que la actual dirección de Kutxabank había denunciado ante la Fiscalía el resultado de una investigación interna respecto de una presunta irregularidad detectada en su contratación externa, las acusaciones de todo tipo dirigidas contra el PNV se han sucedido en el panorama político, sindical y mediático vasco. Ha sido como un ataque en tromba contra el principal partido del país y sus representantes institucionales. También la demostración más evidente de que hay muchos agentes, dentro y fuera de Euskadi, con un afán indisimulado de pillar al PNV en un renuncio e incorporar sus siglas al estigma de la corrupción de la que, hasta el momento, se ha demostrado indemne.

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