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Mas emplaza a todos

Al mantener las urnas matiza los reproches independentistas, sitúa al Estado ante la exposición internacional de sus límites democráticos y pone a ERC en la disyuntiva de un recorrido común en las posteriores elecciones plebiscitarias

LA decisión anunciada ayer por el president de la Generalitat, Artur Mas, de proveer de locales, urnas y organización a una consulta el próximo 9 de noviembre, aunque sin decreto legal que la convoque para evitar nuevos recursos, le permite matizar los reproches independentistas por una no convocatoria, encarar al Estado y comprobar hasta dónde está éste dispuesto a exponer los límites de su democracia ante la opinión pública internacional y emplazar a ERC a aceptar o rechazar un recorrido común en las ya apuntadas posteriores elecciones plebiscitarias. Para todo ello y toda vez que tanto su ley de consultas como su decreto de convocatoria están suspendidos por el Tribunal Constitucional, Mas ha hurgado en las posibilidades que ofrece la propia legalidad, tanto en virtud del art. 9.2 de la Constitución, que prevé que los poderes públicos “faciliten la participación de todos los ciudadanos en la vida política” como del art. 43 del Estatut, que señala que “los poderes públicos han de promover la participación social en la elaboración, prestación y evaluación de las políticas públicas”. También de la ley de consultas populares que aprobó el tripartito catalán en 2010. En base a esos preceptos y a la sentencia 31/2010 del TC que no deslegitima, salvo en el caso que explicitamente impide el art. 149.1.32 de la Constitución, la competencia de la Generalitat para con carácter consultivo y mediante la participación ciudadana, sondear la opinión de la sociedad sobre aspectos concretos de su actividad, el presidente de la Generalitat ofrece una respuesta inesperada a quienes como Rajoy daban por finiquitada la consulta o a quienes desde Esquerra y en base a una no convocatoria optaban por superar a CiU en las elecciones tras la previsible disolución del Parlament. Ello, cierto es, mide la fortaleza de la unidad de los partidos favorables a la consulta -que, tal y como se desprende de algunas reacciones inmediatas y reconoce el propio Mas, no está exenta de problemas-, pero el planteamiento de las posteriores elecciones plebiscitarias apoyadas en una amplia participación el 9-N debería permitir soportar dicho desgaste. Porque al mantener las urnas Mas no solo cumple con los compromisos adquiridos con la mayoritaria y creciente corriente social favorable a la consulta sino que recupera para Catalunya la iniciativa política frente al Estado.