Como es habitual, el Reino Unido es el único vencedor tras el referéndum celebrado en Escocia. Siempre lo ha sido, pues cuando no pudo con sus enemigos, supo unirse a su amigo, Estados Unidos, de quien se ha convertido en muñidor de sus invasiones, como aconseja Sun Tzu en el Arte de la Guerra. Caso de las ocupaciones de Siria, Irán, Egipto, dejando un avispero con el Tratado de Balfour, Cameron ya se sabía ganador del referéndum, pues de otra manera no lo habría autorizado. Era consiente de que todas las promesas que hizo en campaña son brindis al sol. Ha utilizado miserablemente el recurso del miedo porque es un concepto demoledor en una sociedad envejecida. Los jóvenes han votado mayoritariamente YES, pero en países con la pirámide de edad invertida, manda la gerontocracia más irracional y de eso se han servido los creadores de opinión de la City. Resulta una cruel ironía que se haya esgrimido el argumento de que en la UE no se admitiría una Escocia libre, cuando en el Reino Unido se está planteando la salida porque sigue pensando en términos victorianos y las señales económicas de Europa son sombrías. En cambio los perdedores en este referéndum son los demás agentes directos e indirectos concernidos. Se atribuye mérito a la renuncia de Salmond: pero, ¿cuál debería ser la actitud de un líder perdedor en unas elecciones? ¿Quién puede confiar en la ecuanimidad de una metrópoli como Inglaterra, para aceptar la negociación de la colonia la separación? Está por ver qué países han logrado la independencia de sus metrópolis de una forma acordada y tutelada con las leyes del estado central y sin juego sucio. Es difícil de comprender que un país como Escocia, con importantes reservas de petróleo y con una posición estratégica privilegiada, no haya sido capaz de explicar y convencer a su electorado que se liberaría del yugo pesado de Westminster que le sangra y le ha llevado a tener un nivel de vida cuya renta per cápita es un 23% inferior a la inglesa. Finalmente, ya lo decía la prensa: las reivindicaciones nacionalistas vascas han relajado las presiones soberanistas a causa del resultado de Escocia. Ahora sólo nos queda la ilusión de ver si los catalanes se mantienen firmes después de la atronadora respuesta que supuso la V en la Diada.