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Rajoy y Urkullu, pendientes de un hilo

La relación que ambos han mantenido no ha dado hasta el momento ningún motivo para el optimismo y, salvo que se concrete en algún avance, corre el riesgo de romperse por desgaste

pAZ, convivencia, aprobación de la nueva Ley Quinquenal del Cupo y cierre de las liquidaciones pendientes, crisis económica, cumplimiento del Estatuto de Gernika, nuevo Estatus... Son tantos los temas pendientes en la relación entre los gobiernos español y vasco que parece poco probable que de la reunión que el presidente Rajoy y el lehendakari Urkullu van a celebrar próximamente pueda surjan grandes avances. Y no solo porque sean muchos y complejos sino porque la realidad de los cuatro encuentros y las incontables charlas telefónicas que ambos han mantenido en estos dos años, por un lado, y la displicencia que los silencios de Rajoy destilan, por otro, no dan pie a pensar que la situación pueda cambiar de la noche a la mañana. Poco sabemos de la opinión de Rajoy sobre los asuntos apuntados. Lo cierto es que nunca se ha pronunciado públicamente sobre ellos, ni fuentes próximas a él han dado pistas que permitan tener una idea aproximada de su posición. Solo se conocen sus hechos, y los de su Gobierno, y éstos se traducen, de un lado, en la inacción en los asuntos de mayor envergadura, como la paz y el desarrollo del autogobierno y, de otro, en una frenética carrera de aprobación de decretos y leyes que, en nombre de la crisis y de los ajustes necesarios para hacerle frente, han traido consigo una centralización de las políticas públicas en áreas tan distintas como la seguridad pública, la actividad económica o la educación. El último ejemplo se produjo ayer con la aprobación -con la mayoría absoluta del PP- del “macrodecreto” económico que adopta medidas en multitud de ámbitos, causa de una sostenida crítica por parte del Gobierno vasco por lo que supone de vulneración del Estatuto de Gernika. La única puerta que Rajoy abrió al lehendakari y a su partido, consistente en una vía de comunicación directa entre la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y la dirección del PNV, no ha servido hasta el momento para encauzar la mayor parte de las cuestiones planteadas. Da la impresión de que la relación que Rajoy y Urkullu mantienen depende de un hilo de comunicación, personal y educado pero ineficaz, que salvo que se traduzca en algo concreto corre el riesgo de romperse por desgaste. Por si sirvieran de guía, la actitud y los hechos de Rajoy desde que se hizo con las riendas del PP, no invitan al optimismo.