MARIANO Rajoy cerró el viernes el curso político dándose a sí mismo un notable alto en todas las materias y aferrándose a los datos de recuperación económica, pero sin abordar la dura cara B de la misma en forma de costes sociales; pasando de puntillas por otros importantes como la corrupción o la articulación del Estado; y eludiendo casi por completo otros como el de la pacificación. El PP sigue cumpliendo su hoja de ruta política y mediática que ha transitado siempre en torno a la baza económica jugando con las previsiones y los resultados. Mariano Rajoy sacó pecho con diferentes datos macroeconómicos que se confirman en torno a la idea fuerza de que “la recuperación ha venido para quedarse” pero, como se le recordó desde la oposición, obviando los efectos de las reformas sociales y laborales para la ciudadanía. Rajoy sólo dedicó alguna referencia paternalista a a los recortes de derechos sociales, la precarización laboral o el retroceso en las libertades públicas, algo tan real o más que los datos del crecimiento del PIB. La corrupción en el ojo ajeno (Jordi Pujol) tuvo más peso en su intervención que la autocrítica, en la semana en la que se ha conocido la imputación del caso Gürtel, elementos que conforman una cada vez mayor y más preocupante desafección ciudadana sobre la clase política, una asignatura pendiente. El presidente español tampoco se movió de su postura ante un tema capital como es la cuestión catalana en particular y la necesaria reforma de la estructura del Estado en general, materias de las que, por mucho que haya ganado tiempo tras el encuentro con Artur Mas, tiene un duro examen en septiembre con una sociedad civil catalana decidida a decidir. Tampoco ha sido capaz aún de contestar siquiera a las reiteradas peticiones formales de mantener una reunión con el lehendakari, Iñigo Urkullu. En estos temas altamente sensibles para la sociedad vasca como la normalización política y el fin de ETA -sin eximir de responsabilidad a la banda- Rajoy no aporta novedad alguna más allá del discurso habitual justo en unos días donde lo más preocupante ya no son las palabras manidas sino los hechos, con procesos jurídicos que van más allá del mero estancamiento de la solución definitiva y nos retrotraen a épocas pasadas. La nota del curso se la juega a la vuelta del verano.
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