SIN negarle a la estadística la realidad de sus cifras, que tomadas en términos absolutos certifican un descenso de 400.000 parados en el Estado (-3,2%) y nada menos que 11.000, con una caída del 6,4%, en la CAV; sí conviene matizarlas para restar grandilocuencia a la reacción del gobierno español y su presidente, Mariano Rajoy, ante la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre del año. Y sin negar tampoco la inflexión en la tendencia económica, que ha permitido un crecimiento de la ocupación de 192.400 personas respecto a hace un año y de 92.000 respecto al primer trimestre, es preciso situarla en su verdadera dimensión. En primer lugar, en el cómputo del Estado, hay que sopesar la peculiaridad en el cálculo interanual de un trimestre en el que coinciden la contratación de Semana Santa en pleno abril y la de junio, previa al verano. Y tenerla en cuenta al analizar que el sector servicios, con 263.800 nuevos ocupados entre abril y junio, es el único en el que ha crecido la ocupación y que dentro de ese sector servicios es la hostelería la que aporta uno de cada tres nuevos ocupados. Mientras, construcción, industria y agricultura siguen perdiendo empleo. En segundo lugar, se debe trasladar esa peculiaridad a las características del empleo creado, mayoritariamente temporal y con un sostenido crecimiento de los contratos parciales -por ejemplo, en el sector público se han perdido más de 15.000 empleos de carácter indefinido- lo que explica esos incrementos de población activa con un crecimiento económico de apenas el 0,5% en el segundo trimestre, lo que también explica la caída de la renta familiar disponible y de la tasa de ahorro, según datos del propio Banco de España. En otras palabras, sin negar la realidad de un aún incipiente cambio de tendencia que apunta hacia un inicio de salida de la crisis que, por otra parte, siempre se fundamenta en la previa precarización del empleo, tampoco es posible negar que, en lo que se refiere al Estado español, ese cambio de tendencia no parece llegar acompañado de la transformación económica que prevendría desaforados incrementos de desempleo en posteriores ciclos recesivos. Sin olvidar los más de cinco millones de parados que ponen cualquier tipo de euforia, especialmente en el gobierno, fuera de lugar,
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