CUMPLIDA una semana del inicio de la última intervención militar israelí contra la Franja de Gaza y ante la inminencia de una tercera invasión terrestre en seis años, la situación del millón y medio largo de palestinos que habitan en esos 360 kms2 de territorio de teórica administración de la Autoridad Nacional Palestina pero control práctico de Hamás exige de la comunidad y los organismos internacionales mucho más que la pasividad que han acabado por oponer a un drama humanitario imperdonable e insostenible. Si ya en 2008, antes de la primera intervención militar sobre la Franja de Israel, el bloqueo había llevado a la economía de Gaza al borde del colapso, los ataques judíos de ese año y de 2012 acabaron por destruir gran parte de las infraestructuras precariamente levantadas. Si ya en 2008, el índice de desempleo superaba el 40%, las tres operaciones de castigo israelíes, junto a los cierres de frontera con que se salpican los periodos de relativa calma, han llevado a la inanición económica a una población que sobrevive a duras penas del trabajo al otro lado de la frontera ya que la mitad de los gazatíes con empleo desempeñan este en territorio israelí. Con la capacidad de generación de energía minimizada hasta el punto de carecer de ella en los hospitales y con el suministro de agua restringido, los palestinos que se hacinan -más de cuatro mil por kilómetro cuadrado, que llegan a 4.800 en la zona norte, principal objetivo de las dos mil toneladas de bombas lanzadas por los isralíes desde el día 8- en Gaza llevan más de un lustro dependiendo casi en exclusiva de la ayuda internacional, situación que (más allá de las 172 víctimas contabilizadas, 133 civiles, al menos 36 niños) aunque parezca imposible, ha empeorado durante los últimos siete días y creado, además, miles de desplazados en el mismo interior del enorme campo de concentración en que se ha convertido Gaza. Poner fin a lo que ya es uno de los episodios más vergonzosos de la historia moderna es, por tanto, una responsabilidad compartida -desde la ONU a la UE pasando por el Cuarteto y la Liga Árabe- que no se cumple con una simple petición pública, una condena, una conferencia o un informe; porque es menos que nunca cuestión de inclinación política, cálculos geostratégicos, políticas de alianzas o comunidades religiosas. Es simple cuestión de humanidad.