EL nuevo rey Felipe VI ha cuidado al detalle sus primeras intervenciones públicas como monarca tras su coronación el pasado jueves. Así, quiso que su primer acto fuera un gesto inequívoco de solidaridad y apoyo hacia las víctimas del terrorismo. Por ello, convocó ayer a 42 representantes de damnificados por la violencia durante los últimos años. Se trata de un gesto de fuerte contenido simbólico que las víctimas han acogido con la lógica satisfacción porque supone un reconocimiento explícito de que su dolor es compartido por los máximos representantes del Estado. No hay que olvidar que, en este asunto, se ha producido un cambio que puede calificarse de significativo, ya que no en vano su predecesor en la corona, Juan Carlos de Borbón, hizo un gesto mucho más cicatero, al reunirse hace unos meses exclusivamente con dirigentes de la AVT y de la Fundación de Víctimas del Terrorismo. En ese sentido, algo se ha avanzado, al menos. Sin embargo, hay gestos, como este de Felipe VI, que pueden reconfortar a los afectados pero sin duda pueden resultar discriminatorios. Lo denunciaba ayer también el gudari José Moreno durante el homenaje a las víctimas del franquismo celebrado en Bilbao: "Para cuándo va a recibir a las víctimas del franquismo y del nazismo, ya que su padre no lo hizo". Es por ello que este guiño del monarca como máximo representante del Estado debe tener continuidad con otras víctimas invisibilizadas, olvidadas e incluso demonizadas por ese mismo Estado. La reunión de ayer, precisamente, viene precedida de una actuación del Gobierno español absolutamente discriminatoria, dolorosa para los afectados y fuera de lugar, como son el recurso planteado contra el decreto del Ejecutivo vasco para resarcir a las víctimas de abusos policiales y la negativa a indemnizar a los damnificados por atentados de los GAL. Las vulneraciones de derechos humanos, más allá de la politización que quiera hacerse de las mismas, deben ser tratadas con respeto escrupuloso a la igualdad. No basta con discursos y gestos de cercanía hacia algunas de esas víctimas. Está por ver la posición del nuevo monarca hacia otros colectivos de damnificados por la violación de derechos humanos, aunque no parece que vaya a significar cambio alguno respecto a la que, por desgracia, marcó su padre.
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