Detener el desvarío
Tanto la teoría del cambio climático como la de su negación aportan datos estadísticos e históricos que sirven para avalarlas, pero lo que no es discutible es que los efectos que se le atribuyen los provoca la actividad humana
LA publicación de la segunda de las tres partes del informe de actualización AR5 sobre el calentamiento en el planeta Tierra elaborado por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se trata de una simple teórica proyección de probabilidades. Sin embargo, cuenta con el aval de la credibilidad del global de sus autores -centenares de científicos elegidos por Naciones Unidas-, de estar basado en innumerables estudios -el doble que el informe anterior, realizado en 2007- y del apoyo de los datos históricos que confirman que en lo que vamos de siglo XXI se han dado trece de los catorce años más cálidos de la historia o que la temperatura media en la superficie terrestre es hoy más de medio grado superior a la de los años 80. Ahora bien, si el calentamiento global es un fenómeno creíble, soportado en datos estadísticos e históricos, también quienes lo niegan han venido apuntando antecedentes y referencias que podrían servir para lo contrario o cuando menos para explicarlo como un mero ciclo climático más o menos prolongado. Lo que no es discutible, por el contrario, es que los grandes desplazamientos de población, los conflictos, el incremento de la pobreza, el riesgo de hambrunas ante el encarecimiento de los alimentos o los desastres naturales relacionados con la subida del nivel del mar que relata esta segunda parte del informe del IPCC son las consecuencias de la conclusión a que llegó la primera parte del mismo, hecha pública en setiembre pasado, en la que se atribuía la responsabilidad a la actividad humana. Las grandes migraciones, de decenas y decenas de miles de personas, se producen hace décadas en África, América y Asia; los recursos, energéticos especialmente, están en el origen de los conflictos -Siria, Ucrania, antes Libia, Irak...- que amenazan la estabilidad mundial, el incremento de la pobreza es efecto constatable de la crisis económica global provocada desde el mundo financiero, las hambrunas y el encarecimiento de los alimentos van de la mano de la especulación y la concentración de los recursos y la producción en las grandes multinacionales y los desastres naturales no son en nada ajenos a la invasión por el hombre de zonas que hasta el siglo pasado eran consideradas inhabitables. Detener el desvarío acaparador que causa todo ello serviría, eso sí, para proteger al planeta Tierra -y a quienes lo habitan- frente al cambio (o no) climático.