AMNISTÍA Internacional acaba de denunciar que el número de ejecuciones en aplicación de la pena de muerte ha aumentado de forma alarmante -en 2013 fueron ejecutadas un centenar de personas más que el año anterior y eso teniendo en cuenta sólo los datos oficiales- pese a que la presión internacional avanza hacia su abolición. La organización proderechos humanos ha documentado 778 homicidios judiciales, aunque no incluye los miles que se llevaron a cabo secretamente en China, ni tampoco las ejecuciones judiciales en Siria, Egipto o Corea del Norte, cuyas cifras también se desconocen, mientras que Irak, Irán y Arabia Saudí han sido los países donde más se han incrementado. Desde que en 2007 la Asamblea General de la ONU adoptase una resolución impulsada por la Unión Europea para instar a la declaración de una moratoria internacional en la aplicación de la pena de muerte, sólo 22 de los 198 Estados miembros de este organismo llevaron a cabo ejecuciones el año pasado. EE.UU. es el único país de América y el único miembro del G-8 que ejecuta a presos. Amnistía Internacional afirma que la pena capital es la negación más extrema de los derechos humanos y considera que consiste en el homicidio premeditado a sangre fría de un ser humano a manos del Estado en uso del privilegio que le concede el monopolio legal de la violencia y en nombre de una supuesta justicia. La pena de muerte es discriminatoria y a menudo se utiliza de forma desproporcionada contra las personas económica y socialmente más castigadas, miembros de minorías raciales, étnicas o religiosas y muchas veces se aplica a menores o discapacitados. Sin olvidar que ha sido y sigue siendo un instrumento de represión política, muchas veces con condenas obtenidas mediante torturas, engaños y compra de testigos, sin garantías judiciales ni posibilidad de defensa. Y es inevitable que se cobre víctimas inocentes, un riesgo cosustancial a una justicia falible. De hecho, Japón ha liberado esta semana a Iwao Hakamada, de 78 años, después de pasar 46 años en la cárcel condenado a muerte y de que un tribunal revisara su caso sobre el asesinato múltiple que se le imputa. Se cree que es el hombre que más tiempo ha pasado en el corredor de la muerte en el mundo. La abolición de este castigo inhumano, cruel y degradante sigue siendo un fin humanista y democrático prioritario.
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