LA actuación, ya que no puede calificarse de otro modo, de Mariano Rajoy en el debate sobre el estado del Estado cabría ser tildada de insuficiente pese a su injustificada autosuficiencia, monotemática pese a la constatada diversidad de problemas que acechan a su gobierno y más barata que económica pese a que fue la economía lo esgrimido para evitar todo lo demás... sin profundizar sin embargo en ella. El estado del Estado español, al parecer, da para poco más que el anuncio de una tarifa plana de cien euros a las cotizaciones de las empresas a la Seguridad Social por las nuevas contrataciones indefinidas, supuesta panacea del empleo que sin embargo no es sino eso, un spot de tarifa plana como esos otros de los que el consumidor está ya escaldado: la letra pequeña exige que, además, las empresas que pretendan acogerse a la misma deberán ampliar plantilla (es decir, no sirve para cubrir puestos ya existentes y vacantes, por ejemplo, por jubilación), solo ofrece esa tarifa plana dos años (con lo que el ahorro para la empresa es más mínimo que reducido) y solo reclama que el contrato sea de tres años, lo que con la reforma laboral en la mano es como eliminar su carácter indefinido. Con un agravante: al igual que la otra medida anunciada, esta fiscal, la exención del IRPF a aquellas personas con ingresos anuales inferiores a los 12.000 euros, traslada a la caja de la Seguridad Social la necesidad (electoral) del Gobierno Rajoy de hacer ver que afloja la tremenda presión que ha venido ejerciendo sobre la economía de las familias, lo que no es cierto en ningún caso pero mucho menos en lo referente a la mayoritaria y sacrificada clase media. Por lo demás, ni sorprende que tras la cortina de humo de la economía Rajoy reduzca el enorme conflicto sociopolítico de Catalunya a otro anuncio, el de la posibilidad de reformar la Constitución, que no es sino un inútil brindis al sol si quien decide el alcance de esa reforma es la mayoría política española centralista y uniformadora sin contar, como hasta la fecha, con el deseo mayoritario de la sociedad catalana. Tampoco que obvie absolutamente en su discurso la resolución final de un problema, el de la violencia, que ha golpeado dramáticamente a las sociedades vasca y española durante décadas. En eso, el presidente del Gobierno español no está... ni se le espera a la vuelta de la publicidad.
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