SE nos ha ido nuestro amigo Ramón. Ha sido uno de esos patriotas cosmopolitas, que mamó el ideario de Sabino Arana desde una edad muy temprana y lo ejerció durante toda su vida. Ramón nació y dio sus primeros pasos en una Tolosa vibrante y fuertemente impregnada en el movimiento del renacimiento cultural vasco, el denominado Euskal Pizkundea, (1876-1936). En estos primeros años de su niñez, la Tolosa de preguerra, era una población mayoritariamente nacionalista, en donde ilustres nombres de las letras y la política, prestigiaban a la población.

Ramón tuvo en su aita, Antonio Mª, un ejemplo que condensaba la rica vida cultural y política que bullía en esta excapital de Gipuzkoa. Su aita fue además de un reconocido autor de obras de teatro, traductor de insignes autores vanguardistas y alcalde de Tolosa en el período republicano.

Posteriormente, Ramón tuvo que escapar; vivió y estudió en una Iparralde ocupada por las tropas alemanas. Allí convivió con las precariedades del exilio y las vanas esperanzas, primero, de la victoria de la república y, segundo, de que el triunfo de los aliados en la guerra mundial propiciase la caída del régimen dictatorial. Este permanente contacto con las vicisitudes de los refugiados vascos, su tío y padrino era a la sazón presidente del EBB, el tolosarra y médico Doroteo Ciaurriz, le permitió palpar las grandezas y penurias, ilusiones y decepciones, que dejaron en él una huella indeleble.

En Laburdi la familia Labayen acogió en su seno a Elbira Zipritia, la que fuera inspiradora y potenciadora de gran parte de las ikastolas de posguerra, y de la que Ramón fue uno de sus discípulos, tanto en el exilio como en la casa de Elbira, en la calle Fermín Calbetón de Donostia, donde la maestra tenía su hogar e impartía sus clases clandestinas en euskara.

Esta trayectoria vital de su infancia y adolescencia marcada por extraordinarios hitos históricos fue determinante en la construcción de su personalidad.

Su amor al euskara con su práctica militante y su profundo patriotismo eran dos de los rasgos personales más relevantes de Ramón.

Posteriormente se licenció en Ciencias Químicas y, en los años oscuros del franquismo, trabajó en Irlanda y Gran Bretaña, antes de volver a su País para emprender proyectos empresariales y comprometerse en el servicio público, desde los albores de los años 80 del siglo pasado.

En el capítulo de sus permanentes preocupaciones personales y sobre las que debatíamos, en ocasiones acaloradamente, se encontraban el País, la economía, el euskara, nuestro Gobierno, el Partido, la unidad abertzale?

Era una persona dotada de múltiples habilidades; ahí están sus mundialmente prestigiados soldaditos de plomo, y cultivaba diferentes ámbitos del universo cultural. La historia militar era una de sus especialidades más preciadas y queridas.

Era una persona de una cultura enciclopédica que saboreaba las largas sobremesas combinando sus amplios conocimientos históricos con anécdotas vívidas y frívolas.

Desde la revolución francesa, pasando por las vicisitudes del cura Santa Cruz, hasta las historietas con una cautivadora Liz Taylor en su segunda visita al Festival de Cine de San Sebastián, eran algunos de los temas que ocupaban nuestras conversaciones. A esta última estrella, el alcalde de la ciudad le sorprendió, en su perfecto inglés: "Jamás este reino ha visto unos ojos tan bonitos." No podremos olvidarnos de su 80 aniversario, celebrado en Oiartzun, ni las múltiples tertulias a lo largo de toda la geografía vasca, ni de los encuentros de Ollauri.

No le gustaban los circunloquios, era inconformista y crítico e iba directo al núcleo de la cuestión, como sintiendo que el tiempo vital se le agotaba y no había que despilfarrarlo. Utilizaba su inspiración provocadora para animar la controversia y apabullar con fehacientes datos que aportaban sus oceánicos conocimientos.

Era un hombre vital, enérgico e incansable, de enraizadas convicciones religiosas que le han ayudado a sobrellevar estos últimos meses de su vida.

En los últimos tiempos, le hemos visitado varias veces en su domicilio de Donostia. Su agudeza intelectual y su socarronería habituales no le abandonaron nunca. La última vez que hablamos telefónicamente con él fue el lunes pasado, 9 de diciembre. De nuevo, en un ininteligible hilo de voz, ya muy lánguido, nos suscitaba las recurrentes preocupaciones por el País.

Ha muerto un patriota militante, un rebelde con causa, que nos ha legado unas enseñanzas, adquiridas en circunstancias políticas extraordinarias e irrepetibles, que sus amigos no las olvidaremos.

Agur Ramon. Goian Bego!