han pasado dos años largos desde que surgiera el movimiento de los indignados en aquella acampada de la Puerta del Sol. Reivindicaban profundos cambios en el sistema democrático, una democracia más participativa. Una democracia real, en sus propias palabras. Difícilmente podíamos imaginar que transcurridos esos dos años contemplaríamos el nacimiento de un nuevo concepto de democracia.

No ha tenido suerte el 15-M en la reivindicación de las listas abiertas a la hora de elegir a los representantes. Tampoco ha tenido suerte la de la democracia directa. Para muestra sirvan dos ejemplos de dos de los elementos significativos de este tipo de democracia: la iniciativa popular antidesahucios era debidamente cepillada en el Congreso hasta dejarla irreconocible y la amenaza sobre quien convoque referéndums para que el pueblo se exprese directamente, sigue estando ahí. Pero apagada la efervescencia del movimiento, el sistema, mejor dicho, cierta parte del sistema, ha asumido que era cierto aquel grito de "que no, que no nos representan" dirigido a los representantes políticos y ha dado pie al nacimiento de un nuevo sujeto de soberanía: la mayoría silenciosa. A lo largo de la historia, la voluntad del rey por una supuesta ley natural, la voluntad de la nación? fueron superadas por el concepto de la voluntad del pueblo como sujeto de soberanía, formulada por aquel inolvidable Rousseau para todos aquellos que caímos en manos del profesor Beobide y que originó en gran medida la Revolución Francesa. La propia democracia ha ido perfeccionando el concepto y ha configurado esa soberanía como la de la voluntad popular libremente expresada.

La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, sin necesidad de guillotina alguna, ha revolucionado el concepto. Ahora el verdadero sujeto de la voluntad popular es precisamente el contrario: la parte del pueblo que no se expresa. Señoras, señores, se ha acabado eso de convocar elecciones y mucho menos referéndums que los carga el diablo para esos ideólogos de la nueva democracia cínica como doña Soraya. ¿Quiere conocer usted la opinión del pueblo sobre cualquier cuestión? Es muy fácil y tan versátil que funciona a nivel local, regional, autonómico o estatal: se convoca una manifestación a favor o en contra de algo, se cuenta a los asistentes y se resta ese número del total de habitantes. Muy mal se tienen que dar las cosas para que no gane la mayoría silenciosa. ¿Qué los catalanes movilizan un millón y medio de personas a favor de la independencia? ¿Y qué? Otros seis millones se quedaron en casa, por lo que la mayoría de catalanes es contrario a la independencia. ¿Que el PP moviliza a los madrileños contra el terrorismo y dicen que acuden dos millones de personas? Otros cinco millones de madrileños muestran su apoyo al terrorismo al no acudir a la manifestación. Es la decisión inapelable de la mayoría silenciosa. No hay vuelta de hoja. Que doña Soraya no alardee de la legitimidad de su Gobierno en base a los más de diez millones de votos de su partido. Otros veintiséis millones no lo hicieron.

Los apóstoles en Bizkaia de esa nueva democracia cínica reivindican un día de puertas abiertas en San Mamés "porque lo hemos pagado entre todos". Ya puestos, que me reserven una semana de vacaciones en el Palacio de Marivent, que también lo pagamos entre todos. Que conste que me apetece mucho conocer in situ los entresijos de San Mamés, pero qué quieren que les diga, preferiría conocer el contenido del disco duro del ordenador de Bárcenas.