JUSTO lo que dura un embarazo en la especie humana es el tiempo que lleva trabajando -con dedicación, entrega y aplicación- el Gobierno vasco actual que esta semana ha dado a luz su primer debate de política general. Un parto sin excesivas complicaciones para un paciente que ya durante el periodo del embarazo ha ido haciendo todos los ejercicios típicos en esa situación y que, en el último momento, firmó un pacto de estabilidad que le aseguraba un alumbramiento cómodo.

El parto fue asistido por un total de cinco médicos: las doctoras Quiroga y Mintegi, primerizas en este menester, y los doctores Maneiro, López y Egibar, ilustres en estas artes. Todos tenían su particular cometido pero sus actuaciones fueron diferentes, sorprendiendo en determinados momentos algunos casos concretos.

Quiroga, la sustituta del galeno Basagoiti, estuvo certera en el manejo de las formas; incluso hizo los preliminares en un euskera, leído eso sí, pero a años luz de lo que su compañera de partido, la insigne alcaldesa de Madrid, hizo con la lengua de Shakespeare. Utilizó un buen euskera y ese detalle augura, por lo menos, interés en la materia aunque sea mera cosmética.

Así, la primera intervención la bordó. La traía muy bien preparada y cuando uno trabaja se nota; la segunda, donde tuvo que demostrar dotes de rapidez dialéctica, se notó su falta de experiencia y anduvo más lenta y dubitativa, pero para ser la primera vez brilló en quirófano y se le puede intuir larga vida en estas lindes a no ser que se la lleven a otro hospital más al sur, ya que estos doctores del PP no suelen ser amigos de jubilarse en Euskadi.

Mintegi, la otra primeriza en esto de los debates de política general, no sabía ni siquiera dónde estaban los instrumentos de cirugía. Menudo despiste -o mal día que tuvo- y mira que su cometido era fácil: no tenía más que envolverse con una bandera catalana y con una barretina en la cabeza, irse a una esquina del quirófano y allí lanzar su perorata criticando el embarazo, el parto y diciendo que ella quiere ser como los catalanes. Pues no, anduvo despistada, poco preparada, poco hábil en lo que hizo; que no se sabe muy bien que fue. No me extrañaría que conociendo la escuela de donde viene, en un plazo corto de tiempo la envíen a planta y no vuelva a visitar quirófano?.

Maneiro. Hay que ver cómo le ha cambiado al doctor la película en esta última parte del embarazo. Al principio del proceso su opinión era definitiva ya que podía, con su "voto de calidad", inclinar la mayoría a un lado u otro. Pero estos últimos meses, un avezado, experimentado doctor López, le ha quitado todo el protagonismo. Y todo eso se notó en quirófano porque estuvo muy perdido y con pinta de ser verdaderamente un "verso suelto" para el resto de la legislatura, 39 meses.

López es el único que habiendo sido antes paciente ha sido luego médico, y eso se tenía que notar. Tuvo gran dominio y control de la situación. Incluso, como diría algún hijo mío, "sobrauuu"; tal vez algo agresivo y dolido de no ser él el protagonista del alumbramiento, pero sí erigiéndose como el jefe del equipo de asistentes.

Las malas lenguas dicen que introdujo en la sala del quirófano una cámara para poder transmitir a sus compañeros en Madrid por videoconferencia su actuación. Puede ser ese el motivo de querer marcar territorio y, sobre todo, alardear de que sin él este parto tan fácil no hubiera sido así de sencillo? El tiempo lo dirá.

Egibar, el típico médico vasco, entró a quirófano, hizo un repaso de los nueve meses de embarazo, comprobó que estaba todo en orden y sin decir mucho, intervino fino-fino al paciente facilitando el trance. Nadie sabe muy bien cuántas asistencias de estas lleva a sus espaldas, pero hay que reconocer que "bien por zorro o por viejo" es un maestro.

Tras 9 meses de un complicado embarazo ya tenemos el niño, con un pacto debajo del brazo. La situación a la que se enfrenta es infernal, pero el Gobierno es capaz y la oposición, aunque alguno tropieza en exceso, es buena y necesaria. De todos ellos dependerá cómo crezca el chiquillo.