ESTÁ previsto que hoy finalicen su cometido los inspectores que la ONU tiene desplegados en Siria y que han asumido la tarea de investigar la posible utilización de armas químicas así como la autoría de los presuntos ataques. Su regreso está previsto para mañana, momento en el que deberán informar de sus conclusiones al secretario general de la sociedad de naciones, Ban Ki-moon. A día de hoy no existe una constancia oficial, aunque sí muchos indicios, de que efectivamente tal utilización se haya producido, ni existe un censo contrastado del número de víctimas mortales, que algunas ONG sitúan en más de 300 y los rebeldes en 1.300. En cualquier caso, la denuncia de los rebeldes sirios contra Bashar al Asad por los ataques químicos contra la población y las imágenes de personas fallecidas que han dado la vuelta al mundo han conseguido el efecto de atraer nuevamente la atención de la comunidad internacional sobre el conflicto que desde hace más de dos años azota a Siria y de actuar como espolón para picar a las potencias occidentales, algo que hasta el momento ni las cien mil víctimas mortales que los enfrentamientos armados han causado ni los seis millones de personas que entre exiliados y desplazados han tenido que abandonar sus hogares habían conseguido. Es urgente que la comunidad internacional reaccione e intente impedir que la sangría siria continúe. No es posible que los países occidentales, tan pendientes de sus asuntos internos, no activen todas las medidas que están es sus manos frente a este conflicto desgarrador. Y es necesario que la reacción que se produzca respete la legalidad internacional vigente cuente con el mayor respaldo posible y evite más sufrimiento a la población siria. Sería importante que ningún país rechazara la petición de Ban Ki-moon de esperar a conocer el informe de sus inspectores antes de iniciar actuaciones unilaterales. Ello ayudaría a no deslegitimar aún más el papel y la función de la ONU. Y sería exigible también que en caso de que se confirmen las sospechas y las denuncias la sociedad de naciones desplegara toda su capacidad negociadora y diplomática para lograr una condena mundial del régimen sirio. Esa condena no implicaría necesariamente una acción militar contra Bashar al Asad y legitimaría las acciones que se puedan adoptar para ayudar a Siria de salir de su infierno.