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¿La Misericordia, un anacronismo?

La Santa y Real Casa de la Misericordia es una institución muy valorada y respetada en Bilbao. Ha sabido ganarse la simpatía y el favor de los bilbotarras y de gran parte de bizkaitarras, por su labor altruista y desinteresada para con los más desfavorecidos. ¿Quién no recuerdan las rifas navideñas del cerdo en Santo Tomás o los viajes y excursiones que asociaciones de tipo benéfico organizaban para los huérfan@s o ancian@s de la Casa?

Pero nada más lejos de la realidad, es pura fachada. De puertas para dentro, la cara no es tan amable. Existe una situación, donde las trabajadoras están realizando su labor en precario, con una elevada carga de trabajo y un sueldo modesto. Las Hermanas de la Caridad son las que gestionan las plantas de la residencia, con mano de hierro. La Junta que gobierna la institución está compuesta, en gran medida, por los oligarcas que han dirigido el país los últimos cien años, los mismos que están obteniendo grandes beneficios con la actual crisis. Nos encontramos con apellidos tan ilustres como Ibarra, Oriol, Ampuero, Gandarias, Urkijo...

En los orígenes de esta institución, esta Junta de Administración ejercía su mecenazgo con los huérfan@s y ancian@s que recogían. Hoy día, afortunadamente, eso ya no es así. Se dedican a gestionar los dineros públicos que llegan desde las administraciones vascas, pues ya pagan a Hacienda un 60% de impuestos, según el presidente de la Junta Directiva, José Domingo Ampuero y Osma, para continuar costeando la Misericordia.

Pero estos dineros públicos que gestionan los han ido invirtiendo en Bolsa, que en tiempos de bonanza les daban pingües beneficios. La crisis les ha alcanzado de lleno, encontrándose con un gran déficit que ha abocado a la Casa a un gran riesgo. Para solucionar estas pérdidas, no han tenido mejor ocurrencia que bajar el sueldo a las trabajadoras un 10% más la congelación del IPC, durante los próximos tres años, aumentando la carga de trabajo. Esta situación ha llevado a las trabajadoras a movilizarse diariamente, pues no entienden que quieran hacerles pagar a ellas la mala gestión que la dirección de la institución ha realizado, más si tenemos en cuenta que la ocupación de las camas no ha disminuido, por lo que los ingresos en este capítulo son los mismos.

La conclusión a este despropósito nos lleva a preguntarnos si la gestión de la Santa y Real Casa de la Misericordia no es un anacronismo, que se ha venido sosteniendo a lo largo de los años porque no había problemas. Pero visto lo acaecido, quizás ha llegado la hora de plantearse que el gobierno de La Meca debe cambiar de manos. Si son los dineros públicos los que la sostienen, sobre todo, de la Diputación vizcaina, debe ser esta institución la que tome sus riendas para poner orden y racionalidad en la casa.

Irune Lucas Hernández