"Desde Jose I Bonaparte hasta Ana Botella de Aznar, 2 siglos y 6 años nos contemplan", que diría poco más o menos el Gran Corso. En el año 1808, Napoleón, con su imperial dedo, nombró a su hermano mayor José Rey de España con mando en Madrid, lo que no sentó nada bien al pueblo español ya que ello significaba la desaparición de la dinastía borbónica en el país, bienamada por todos, pese a la nefasta actuación gubernamental de todos sus reyes precedentes.

Cabe decir, a pesar de todo, que nadie quería a este personaje, ni siquiera en las maravillosas pinturas que maestros del momento como Goya plasmaron de él para elevarlo a la inmortalidad, tanto más cuanto corría el rumor, quizás apócrifo, de que anidaban en su carácter signos claros de alcoholismo, por lo cual era apodado con el sobrenombre de Pepe Botella. Hasta ahí la leyenda.

En otro orden de cosas, el 27 de diciembre de 2011, Ana Botella, mujer de Jose María Aznar, era nombrada para la Alcaldía de Madrid, y no por votación popular, sino, según parece, por el mandato del expresidencial dedo de su marido. Toda la caverna pepera madrileña se congratuló de este nombramiento y, es de suponer, que se asumió un compromiso de protección y ayuda a la nueva alcaldesa, de cuya valía dudaban hasta los más casposos aduladores de la villa y corte.

Sea como fuere, en el espacio de tiempo que lleva gobernando está dando las más claras pruebas de inoperancia, ignorancia, capacidad para escaquearse de las ruedas de prensa en las que no da la talla porque siempre está desinformada y, sobre todo, una frialdad absoluta frente a problemas como los que ha provocado la catástrofe del Madrid Arena donde, dígase lo que se diga, la máxima responsable de todo es la alcaldesa como suprema autoridad de la villa de Madrid.

El 13 de junio de 1813 salía de España Pepe Botella, forzado por la derrota de Bailén y más tarde de los Arapiles. Ni la presencia de 300.000 soldados franceses al mando de los más brillantes mariscales consiguieron mantener en el trono al pobre José I, que tuvo que exiliarse en Francia.

Pues bien, a esta alcaldesa nefasta que les ha tocado en suerte a los madrileños no la van a echar de la Alcaldía ni con agua hervida. Ya están para ello los oportunistas que esperan el momento de subirse al carro de las prebendas para dar un buen pelotazo, al que todos tienen derecho. La Botella seguirá en la estantería.