Al mismísimo borde del abismo, y sin el arnés de protección, soportando a duras penas una interminable crisis a la que no vemos su final. Rodeados de chorizos y corruptos, fuga de capitales y especuladores, políticos que no tienen ni idea de cómo sacarnos de este embrollo.

El mundo ha dado un giro brusco, pero los acuerdos prevalecen para quienes sufrimos las consecuencias de aquella gran crisis mundial de los 30. Hoy no hay banqueros arruinados que se lanzan al vacío desde los rascacielos en EE.UU., paradójicamente lo hacen quienes van a ser desahuciados. En cambio sí hay arruinados por malas gestiones administrativas y la usura de banqueros que, en un sálvese quien pueda, se asignaron millonarias indemnizaciones o pensiones vitalicias insostenibles.

Hoy la banca calla y actúa, cuando debería pronunciarse y debería asumir su parte de culpa y depurar responsabilidades de algunos de sus protagonistas, ya que todos sabemos el papel que la banca ha protagonizado en esta crisis. Todo este cúmulo de circunstancias nos han conducido a la crispación, el pueblo está muy cabreado, todos estamos muy cabreados, con los pies sobre un polvorín, que en el caso de que estallara afectaría del mismo modo tanto a los que provocaron esta crisis como a los que la estamos padeciendo.