Sí, no me he equivocado. La desunión hace la fuerza, hace más fuerte al adversario. Siempre. Al modelo contra el que luchamos. A esta falsa democracia que gobierna servil a los poderes económicos mientras hunde en la miseria presente y futura a las personas.

Ha quedado patente, una vez más. Encarnada esta desunión por unos sindicatos (me da igual las siglas) que ni siquiera en este contexto social de emergencia son capaces de sumar fuerzas. Que han vuelto a mostrar que no están a la altura de la ciudadanía. Y que tampoco nos representan. Hoy menos que nunca. Cada uno haciendo la guerra por su cuenta. Concentraciones en lugares y horas diferentes; si tú en Moyúa, yo en Gran Vía. Hoy tú; mañana yo; por aquí no que nos cruzamos; espera que se ve más tu pancarta que la mía. Demencial.

No es de extrañar que sus huelgas sean cada vez menos secundadas por ciudadanos y empresas. La gente no es tonta aunque la tomen por tal. Ve lo que pasa. Ve que se pasan por el forro el clamor popular que exige unidad en estos momentos críticos; ve que anteponen sus intereses partidistas por encima de las personas. ¿No es lo mismo que achacamos a los políticos? ¿No se habrán acaso convertido en lo mismo? Sres. y srtas. sindicalistas, la gente lo tiene claro. Pero no. Ustedes siguen en su limbo de subvenciones públicas y de endogamia enfermiza. Sin enterarse. Todos. No se salva ni uno .¡Vergüenza!