El anuncio de las entidades financieras de paralizar la ejecución de hipotecas es un rayo de esperanza para las personas que la han perdido. Por otra parte es una reacción tardía para muchos de los ciudadanos que fueron desalojados de sus casas. Es una noticia que responde de alguna manera a los resultados que se venían dando como consecuencia de los numerosos desahucios.
Desde que comenzó la crisis el número asciende a 8.000 desahucios en el País Vasco. La suspensión de proceder al desalojo por impago de viviendas, si se realiza de modo universal, no sería un hecho acorde a la justicia. Existen personas que no les ha importado, mientras sus vecinos, sus amigos sus familiares, se han ajustado a la realidad. Han sabido gestionar sus recursos de manera racional para evitar que se les expulsara de su casa. La realidad al final se impone y los resultados de la siembra se cosechan. Se recoge lo que se siembra. Unos recogen la tranquilidad por los esfuerzos realizados y otros tierras quemadas.
Estoy convencido que la mayor parte de los hipotecados han tenido que pasar sus penurias para llegar a fin de mes cumpliendo con todos sus compromisos de pago. Como todas las personas en sus mismas circunstancias habrán tenido tentaciones de arrojar la toalla y decir "que sea la que Dios quiera". Pero no han seguido el camino de la derrota. Con decisión y por qué no con algo de suerte, han podido ver una luz en el túnel.
Estas son las personas a las que si a pesar de los esfuerzos no consiguen salir adelante se debe ayudar. No es muy difícil de averiguarlo si verdaderamente se quiere corregir injusticias. Solo suponen una pequeña parte de ese 3% de los endeudados por la vivienda que no pueden hacer frente a los pagos. Las entidades concesionarias de los créditos conocen a la perfección el perfil de sus clientes. Saben de sus recursos y de sus posibilidades.
La moratoria sobre los desahucios es algo necesario, pero no de forma general. Paralizar la ejecución de préstamos no debe dar lugar unos graves agravios comparativos. Moratoria sí, pero con las excepciones pertinentes.
Por último y que apenas se tiene en cuenta. Han sido las personas las que han pedido los préstamos hipotecarios y son ellas las que deberían haber analizado la empresa en que se embarcaban. Muchas sorpresas desagradables, que se han dado, han sido por una falta total de análisis por parte de los compradores. No trato de culpabilizar a nadie, aunque la sensatez debería haber sido una cultura extendida entre quienes se endeudaban.