EL Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC escenifican hoy en Oslo el inicio de negociaciones entre ambas partes en la búsqueda de una paz que se le ha negado al país suramericano en los últimos 50 años. Un proceso hacia una paz duradera que se presume largo y especialmente complicado pero que ha creado importantes dosis de esperanza, principalmente entre la sociedad colombiana, donde el apoyo al diálogo entre las partes supera ya el 85% de la ciudadanía. Sin embargo, las amargas experiencias anteriores -ha habido otros dos procesos de paz, fallidos ambos- y la propia naturaleza del conflicto así como su duración, que va ya por las cinco décadas, han creado también un lógico clima de escepticismo con respecto a los resultados que puedan dar las conversaciones. En cualquier caso, la paz puede abrirse camino por fin con esta nueva oportunidad que se le ofrece. Pese a los escollos -que los habrá, y muy importantes y poderosos- las condiciones en las que se desarrollarán las negociaciones apuntan a que esta ocasión puede ser la propicia. La guerrilla, después de tantos años de lucha en un conflicto con miles de muertos y tras una encarnizada ofensiva del anterior presidente colombiano Álvaro Uribe entre 2002 y 2008, se halla muy debilitada militar y socialmente. Prolongar aún más un conflicto que es imposible de ganar no puede acarrearle más que más sufrimiento, por mucho que pueda morir matando. Ya ha quedado claro que, por su parte, se trata de abrir un proceso "para el adiós a las armas". Por su parte, el Gobierno colombiano de Juan Manuel Santos se encuentra ante una oportunidad histórica, sabedor también de que difícilmente lograría una victoria militar sobre las FARC. Además, el arrope internacional al inicio del diálogo supone de alguna manera un aval importante para que los contactos fructifiquen. Las conversaciones previas que han tenido lugar en La Habana -la capital cubana acogerá posteriormente también el desarrollo de las negociaciones- y el cumplimiento de los acuerdos previos como el levantamiento de las órdenes de arresto de los representantes de las FARC así como la escenificación de hoy en Oslo parecen augurar que el proceso va en serio. Colombia abre una oportunidad a la paz que no se puede desperdiciar.