Como diría Periko Aurtenetxe, una cosa es lo que se dice, y otra muy distinta lo que se quiere decir. Él, que es un maestro en la utilización de la palabra y de la comunicación -no en vano se ha dedicado toda la vida al mundo de la publicidad- advierte rápidamente la diferencia entre lo expresado y lo que realmente se pretende afirmar. "Simplemente con mirarnos a los ojos, Koldo y yo nos entendemos a la perfección", dijo en una ocasión. Y tenía razón. No hizo falta articular palabra para conocer el resultado de una conversación non nata pero expresamente ejecutada.
A Periko no le habría engañado Draghi. La pasada semana, el mandamás del Banco Central Europeo sorprendió a algunos con un galimatías de difícil comprensión. "Bajo nuestro mandato -dijo el dragón de Draghi-, el BCE hará todo lo que esté en su mano por proteger al euro. Y créanme, será suficiente". Bastó esa efímera y ambigua afirmación para que los mercados se relajasen, la prima de riesgo cayera y Rajoy tomara aire aliviado ante la asfixia provocada por estar colgado al borde del precipicio.
Las palabras de Draghi fueron como un bálsamo y así lo entendieron la mayoría de los analistas, que creyeron que la situación de España -y de Italia, en segunda derivada- estaba salvaguardada por la intermediación del BCE. Nuestro Pedro Aurtenetxe seguro que habría sido escéptico o, según un dicho propio, "Draghi apoyará a España cuando los pájaros mamen".
No le faltaría razón. Apenas hace unas horas, el dragón del BCE ha clarificado lo que quiso decir hace una semana y prometió la esperada compra de deuda soberana, pero dejando claro que la entidad monetaria lo hará solo si un país con dificultades de financiación solicitaba ayuda a los fondos de rescate europeos.
Es decir, que el BCE solo actuará si España (o Italia) requieren el rescate. El relajo devino nuevamente en nerviosismo, en incertidumbre, y hasta en ciertas dosis de histerismo. La bolsa volvió a caer a peso, la prima de riesgo recobró punta y el bono a medio plazo a límites de no asunción de pago. Nada nuevo que no se conociera la pasada semana -o la anterior- pues, más allá de la interpretación de unas palabras pronunciadas por un tecnócrata financiero, las cuentas del reino de España seguían en lo más profundo del pozo. Lastradas por el déficit de la seguridad social, de las comunidades autónomas, y por el peso insuperable de la deuda. Y, que no se nos olvide, por un paro cada vez más cercano a los seis millones de personas y por una recesión que cada vez más se parece a una depresión. Vamos, el acabose.
Resulta un tanto infantil llevarse por el entusiasmo de una declaración pública cuando se sabe a ciencia cierta que la economía española está a dos pasos de la quiebra, de la suspensión de pagos. Una situación que algunos comienzan a emplazar en la segunda quincena del presente mes de agosto. Rajoy deberá contar primero la verdad del barquero para que las instancias europeas salgan en su ayuda. Eso es lo que quiso decir Draghi . Rescate o "default". Ese es el dilema, no otro.
Otro que dijo una cosa y quiso decir otra ha sido Josetxo Ibazeta, el exasesor del alcalde donostiarra que increpó a seguidores de la roja al grito de "goraetamilitarra". Puede ser cierto que el militante de Bildu cayera como un percebe en la trampa de los españolistas, pero su reacción visceral revela a las claras que por él -y por otros muchos- no ha pasado ni la perestroika ni el nuevo tiempo. Utilizar como excusa el "ambiente tabernario" clama al cielo, y circunscribir los hechos -como lo ha hecho la izquierda abertzale- en una "provocación calculada" rezuma hipocresía. ¿Provocación? Resulta inaudito escuchar de su boca esa acusación cuando durante años han hecho del desafío su práctica política. Quienes han vivido envueltos en una pancarta, alimentados por la soflama y la arenga y socializando la acusación y la amenaza se quejan ahora de la provocación.
Juan Carlos Izagirre entendió a la primera que el comportamiento de Ibazeta era incompatible con su apuesta por la nueva expectativa de convivencia abierta en Euskadi. Se lo quitó del medio rápidamente (quizá lo deseaba desde hace tiempo). Supo entender lo que dijo y lo que realmente Ibazeta quería decir. Y es que en la izquierda abertzale mirar hacia adelante provoca vértigos, y la resistencia a soltar amarras con el pasado aún es muy fuerte. Que se lo pregunten a Garitano y a su núcleo duro. Ellos representan la arrogancia y los modos autoritarios de un pasado que se resiste a la extinción.
Son la evidencia de dos almas que también es necesario interpretar. Interpretar lo que dicen y lo que quieren decir. Como Laura Mintegi que, para evitarse problemas, ha preferido echar el balón fuera. Ella no opina sobre las amenazas de Ibazeta. Se considera un espíritu puro. La síntesis representativa de cuatro formaciones políticas. Que opinen ellas -ha dicho-. Y con esa evasiva también se ha retratado. Ya hemos entendido lo que ha querido decir.
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