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Pandereta y morcilla

Para mí, Zapatero fue un político de pandereta. Regalaba 400 euros, daba ayudas al segundo y tercer hijo, atraía a millones de inmigrantes al imán de una economía del ladrillo, propiciaba una ley de dependencia que iba a dar trabajo a tropecientas mil personas, regalaba dinero a los ayuntamientos para hacer mejoras municipales y obras públicas, permitía la camaradería política y los automatismos menos eficaces de unas cajas lolailo... Todo eso estaba muy bien. Lo jodido es que la pandereta no resultó ser, a la postre, buen burladero para defenderse del toro de la deuda galopante ni del toro de los mercados.

Ahora desde el Gobierno piden a la oposición, partidos, sindicatos, organizaciones empresariales, que no lancen pases al exterior sin ton ni son y que es mejor el tiqui-taca y el juego de conjunto que mostrar división entre líneas, lo cual no hace sino beneficiar al contrario y dar una mala imagen de la roja. Pero el portero de la selección, Montoro, comete una tremenda equivocación tras una dura entrada en el área cuando declara que sin ingresos de los impuestos el Estado no tiene para pagar las nóminas de sus funcionarios. Cosa por otra parte evidente, pero que al ser dicha en el sitio y en el momento menos oportunos y con el tono más equívoco, da ocasión al contrario a lanzar una falta muy peligrosa.

Montoro, te repetiría la frase de la abuela que todavía tenía buen oído para escuchar el ring-ring telefónico de una joven de 15 años que llamaba todas las noches a la misma hora a su nieto de 16, a quien se le había castigado un mes sin móvil tras llegar la última factura. Antes de que este cogiera el supletorio y se fuera a toda prisa a caerse en la cama de su habitación, ella tenía tiempo de exclamar mostrando resignación pero a la vez en voz bien alta para ser escuchada por todos: ¡Jamás la morcilla había andado detrás del gato!