Voy a confesar un delito: perjurio. La RAE lo define como "juramento en falso". El problema es que en mi conciencia no juré nada, aunque oficialmente lo hiciera: jurar bandera. Eso sí, tengo eximentes a tutiplén. Ayer juraron bandera en el cuartel de Mungia 172 civiles. Voluntarios. Benditos ellos. Yo fui obligado a cometer perjurio, secuestrado como estaba. Ni me hacía gracia ni asumía "besar con unción la bandera", jurar "por Dios o por vuestro honor" defender "la soberanía e independencia de la patria, su unidad e integridad territorial y el ordenamiento constitucional" y menos aún dar "hasta la última gota de mi sangre" para defender la patria. Ahora que se conoce mi perjurio, merezco el "desprecio y castigo" de la patria, como "indigno hijo de ella". Así sea.