LOS viernes -hasta que llegó el PP a La Moncloa- tenían tres posibles traducciones: la primera, el nombre que le puso Daniel Defoe -a través de Robinson Crusoe- al salvaje antropófago que encontró en su exilio en una de las islas de Juan Fernández, frente a las costas de América del Sur; la segunda, veneris, que viene de Venus que era la diosa de la belleza y el amor en la mitología romana; y la tercera, el viernes que -en castizo- significa liberación, comienzo del fin de semana, más de cuarenta y ocho horas seguidas sin ver al jefe, sexo para los jóvenes y alcohol para todos; en fin, la puerta abierta de dos días libres que nos permitan aguantar los cinco laborables que vienen después.

Pero estábamos deseando la llegada del esperado viernes hasta que las huestes peperas desembarcaron en la Moncloa al grito de os vais a enterar de lo que vale un peine en cuanto nos dejen el BOE para publicar los acuerdos del consejo de ministros de los viernes. Hasta ese momento no todos los ciudadanos conocían la costumbre de los ministros de juntarse con su presidente los viernes para despachar asuntos de Estado y quizás fuera porque aquellos asuntos de Estado no marcaban tanto nuestra vida habitual. Pero llegó Mariano -el rey del IVA de los chuches- y no hay viernes sin sobresalto. Todos los viernes, sodomización desde las páginas del BOE que -para los jóvenes iletrados- puede traducirse como que todos los viernes nos dan un poco más por el culo que el viernes anterior. Sin vaselina ni caricias anteriores, el Consejo de ministros nos introduce por la popa todos los viernes todo tipo de decretos cuya única meta es rebajar nuestra capacidad de consumo, aumentar los impuestos y recordarnos que -aunque ganemos lo mismo que hasta el jueves- seremos más pobres y contaremos con menores prestaciones sociales que hasta entonces.

¿Que sube la gasolina y la electricidad? Se aprobará el viernes. ¿Que aumenta el IVA? También nos enteraremos un viernes. Maldito viernes que ha pasado de ser un día deseado y esperado a convertirse en una especie de maldición bíblica desde donde la desatada caja de los truenos de los ajustes del gobierno cae sobre los honrados ciudadanos. Yo no sé quién manda en el marketing de los peperos pero puestos a joder podían concentrarlo todo en un mismo día y elegir -por ejemplo- el lunes que es ese día en el que observamos muy lejano el próximo fin de semana, en el que comprobamos cómo no ha dejado de llover durante el sábado y el domingo y en el que la ciudadanía está completamente entregada. Los consejos de ministros podrían celebrarse a primeras horas de la mañana del lunes y -al mediodía- ya conoceríamos los ajustes, las rebajas y los recortes de nuestros derechos y los aumentos y las subidas de impuestos, servicios, etc. De esta forma, estaríamos cabreados -aunque por partida doble- solamente un día a la semana y volveríamos a desear que llegara el viernes. Porque -por ahora- atención, los viernes, sodomización.